domingo, enero 22, 2017

“SOMOS LAS PERSONAS QUE VIVIMOS DENTRO DE UNA CAMISETA”

Levanté la vista del periódico.
El titular me había parecido tan pueril, tendencioso y malintencionado que el desayuno amenazó con escapárseme de mi estómago. Era increíblemente tosca la asociación de ideas que pretendía hacer creer al lector: inmigrantes eran igual a parásitos menos oportunidades de trabajo multiplicado por delincuencia dividido por justicia.

Me conmocionó tanto leer primero el titular y luego el montón de mierda camuflada de caracteres de imprenta, que me apresuré a ducharme, vestirme y sacar por enésima vez la pancarta que tenía escondida en el armario para ocasiones así. Esa que rezaba “STOP MENTIRAS. SOMOS PERSONAS, NO TÓPICOS”.

Nada más bajar por las escaleras del viejo edificio donde vivía, me topé con dos vecinos jóvenes que habían venido hacía relativamente poco a vivir al primero-efe-escalera-dos-puerta-tres. Era una pareja gay exquisitamente educada, respetuosa…y por lo poco que había hablado con ellos, muy culta. Como íbamos todos con prisa sólo me dio tiempo a saludarles con un escueto buenos días y seguí mi camino escaleras abajo hasta salir a la calle. Allí, cerca de mi portal me llamó la atención un grupo de gente…en realidad cuando me fijé más, me di cuenta de que en realidad eran dos. Dos grupos que habían marchado por las calles y habían confluido justamente cerca de la puerta de mi portal. A tenor de los gritos, la escena no presagiaba nada bueno…

Me acerqué con cautela y me fijé en que ambos grupos se diferenciaban por las camisetas de sus miembros. Unas eran oscuras con unas letras blancas y otras eran blancas con unas letras negras. Estaban discutiendo precisamente acerca de lo que acababa de leer en el periódico hacía escasos minutos:

-          Venís a robarnos – clamaban unos.
-          El racismo es la causa más fácil. Venimos a vivir porque donde nacimos no nos dejan hacerlo en paz.
-          Sois diferentes. No os integráis.
-          No lo somos. En nuestro país hacíamos las mismas cosas que hacéis vosotros: teníamos un trabajo, una casa, un coche, una religión, que aunque diferente, en esencia nos exigía lo mismo que la vuestra…y teníamos también medios de comunicación.
-          Seguramente estaban manipulados. No procedéis de un país democrático como el nuestro. Aquí nuestra prensa, nuestro internet…incluso nuestra radio son democráticos e independient…
-          Sí. Lo estaban. Estaban manipulados. Allí decían que vosotros, los que vivís aquí, sois personas despiadadas, ruines y diferentes. Y cometimos el error de creer eso: desde la distancia es más sencillo creer lo que alguien dice que ha visto lejos. Es más fácil hacer eso que viajar y comprobarlo por ti mismo.
-          Me estás dando la razón. En tu país no nos queréis.
-          En el vuestro tampoco somos bienvenidos. Al menos no por gente como vosotros…¿y sabes por qué? Porque no nos conocéis. No os habéis molestado en saber ni tan siquiera algo de nosotros porque lo que dicen de nosotros en los medios es que somos unos asesinos y unos parásitos del trabajo. Y estáis equivocados: venimos porque al igual que vosotros, hemos nacido del vientre de una mujer. Respiramos. Comemos y bebemos. También nos preocupan nuestros hijos. Y condujimos coches de alta gama. Viajamos tan lejos como nuestro dinero nos permitió…y sobre todo, estamos hechos de lo mismo que vosotros: carne, alma, odio y amor.
-          Pero sois a todas luces diferentes: vestís diferente, coméis diferente y practicáis una religión diferente que fomenta la violencia contra el diferente.

En ese punto me acerqué a ellos. Y sin decir nada les señalé a ambos sus camisetas. A continuación le dije al inmigrante que leyera lo que decía la camiseta del “adversario”:

-          Pone: “NUESTRO PAÍS PARA NUESTROS PAISANOS”.
-          Bien, usted, el de la camiseta blanca de letras negras…lea lo que pone la camiseta que tiene enfrente.
-          “TODO SER HUMANO MERECE UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD”.
-          De acuerdo…ahora hagamos una cosa: ustedes dos cámbiense las camisetas.
-          Pero…
-          Háganlo. Ahora – dije mientras inconscientemente blandía mi vieja pancarta. Los demás murmuraron algo inaudible. Al menos para mí…pero lo hicieron. Se cambiaron las prendas.

El efecto fue el que me imaginaba. Les rogué a todos que hicieran justo lo mismo con la persona que tenían enfrente. Mientras se daban las prendas todos tenían la mirada perdida…como ovejas sacadas de un redil del que jamás habían salido. Se sentían apabullados, confusos y, sobre todo, impresionados.

-          Cambiaos de lado de la calle. Los de las camisetas negras a mi izquierda y los de las blancas a mi derecha – y lo hicieron. Lentamente lo hicieron.

-          Bien. Ahora por último una cosa: defendeos. Argumentad lo que vuestras camisetas representan. Discutid como si vuestra vida fuera en ello…adelante.
Y por primera vez en sus vidas, las personas que estaban allí de pie, se dieron cuenta de algo. Era algo que aprendieron sin necesidad de palabras, enseñanzas densas o frases manidas: que la vida, que su vida, dependía del color de la camiseta que tuviera más a mano en la tienda del barrio. Y que si salían de esa zona y caminaban, vendían camisetas de múltiples colores que sólo tenían un objetivo: diferenciar a las personas que vivían debajo de ellas.

Unos minutos después, todos se quitaron las camisetas y las dieron la vuelta. Sin decir nada, se fueron alejando por las calles adyacentes a sus casas dispuestos a difundir la lección que habían aprendido. Que la única diferencia entre dos seres humanos aparentemente diferentes es el lugar donde nacen. El resto de diferencias las fabricaban los mismos que vendían camisetas en los periódicos. Eran diferencias artificiales que básicamente usaban un decolorante del color de la empatía y sobrescribían las verdades con falacias, que de tan pueriles que eran, parecía increíble que la gente las creyera.
Recogí mi pancarta del suelo donde la había posado. Saqué un rotulador y añadí al mensaje que ya estaba escrito:

“SOMOS LAS PERSONAS QUE VIVIMOS DENTRO DE UNA CAMISETA”.

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