viernes, diciembre 07, 2018

MONÓLOGO: "TECNOLOGÍA, DOMÓTICA Y OTRAS CINTAS DE VHS"

La tecnología es divertida hasta que la metemos en casa, amigos. No lo olvidéis.

No es lo mismo aparcar pagando el ticket de la ORA desde el móvil, que meter maquinitas en casa que te vuelvan loco. No lo es. Meter un electrodoméstico inteligente en casa es el equivalente a invitar a un cuñado del Barsa a ver un partido de fútbol del Madrid en tu salón. Y si el artefacto en cuestión habla, es comparable a que tu equipo pierda y el de tu cuñado gane: sólo escucharás graznidos desagradables que confirmarán cosas que ya sabías. Tales como que la vitrocerámica a 200 grados centígrados quema, que el agua fría de la ducha jode si te la enchufas en la rabadilla o que a tu cuñado le falta un verano.

  • Subiendo al piso CIN-COOOO

  • ¿Qué ha sido eso, Paco?

  • No lo sé, ¡pensaba que habías sido tú!

  • Ha llegado al piso CIN-COOO

  • Parece que ha salido del altavoz del ascensor, Maruja. Dale donde la campanita a ver si nos dice los números de la Bonoloto.

  • Abriendo PU-ER-TAAAAS.

  • ¿Lo ves? Ahí dentro hay alguien. Dile que nos diga qué números van a salir, anda.


Es cierto que la voz que sale de los ascensores nos ha librado de los hilos musicales con música de Copacabana, del sonido del pedo del vecino que sube contigo o de la predicción del tiempo del amateur de turno. Pero el soniquete y la entonación a veces es desesperante: hay voces que te hacen sentir como si estuvieras en un McDonald. Hablo de esa entonación característica que igual te anuncia el pedido de una hamburguesa que te lee las esquelas del "Diario de Cuenca":

  • El caballero ha pedidooo una Big Mac con quesi y sin cebollaaaa…y por ciertoooo, el Manolo se ha muertoooo y será enterradoooo en el Cementerio del Puebloooo. Su pedido. Graciaaaas.


Que yo me pregunto: ¿dónde buscan a esas señoras siesas a las que les graban las voces? ¿tan difícil es encontrar a alguien con un poco más de sangre? Y, es más: ¿alguna de ellas se ha dormido en la grabación? Pregunto.

Volviendo al tema que nos ocupa (los cacharros tecnológicos) lanzo otra pregunta al aire: ¿qué necesidad teníamos de meter esos artefactos del demonio en nuestras casas? Si hasta hace poco sólo pedíamos que una lavadora lavase, que una televisión estuviera en el salón para rellenar el hueco que había en la estantería o que el despertador te despertase.

No contento con ello, ahora queremos que hagan de todo: lavadoras que te hacen la declaración de la Renta, vitrocerámicas que tocan la Lambada cuando la berza está ya cocida o frigoríficos donde puedes ver películas de indios y vaqueros.

¿Nos estamos volviendo locos o qué? Ya hasta metemos altavoces "inteligentes" en casa para que no espíen, coño. Por si no teníamos suficiente con la vecina de al lado cotilleando, ahora metemos un engendro de la tecnología que le da pistas a los chinos acerca de nuestros hábitos. Tales como dónde vivimos, número de veces que vamos al baño o si follamos con música de Reggaetón o con el himno de Polonia. ¡Y se los damos gratis y encantados de la vida! Ya veréis cuando los chinos nos invadan y sepan todo acerca de nosotros…

  • Tú subil al séptimo Dé, que el señor Juan suele roncar a estas horas por la siesta.

  • Yo cleel que hoy tenel malatón de Netflix. Poder atacar pol solplesa en mitad de "Narcos".

  • Ese sel el del quinto É. El señor Maltínez tenel amante en catre, Xio Yang.

  • Sel todos iguale pala mí, Yao Tsé


Otro de los regalos estrella de este año son las bombillas electrónicas esas que encendemos con el móvil y nos evita el titánico esfuerzo de tener que acercarnos al interruptor y hacer "clic". Se conocen casos de gente herniada por encender una bombilla o programar el microondas, ojo. No nos engañemos: la única utilidad que tienen es asustar a la suegra simulando un Poltergeist o darle más pelas a Iberdrola haciendo el capullo. Además, ya se están dando casos en los que Hacienda te da de alta como "Discotecas y bares musicales". Por ejemplo, en el piso de debajo de mi casa creo que mañana actúa Chimo Bayo.

En definitiva: hay cosas que nos hacen la vida más fácil y otras que nos sirven para hacer el gilipollas delante de los amigos en plan vacilón. Aún sigo a la espera que renueven el "GusiLuz" o que nos enseñen a sacarle partido a los móviles sumergibles. Aún desconozco cómo hablar debajo del agua o en qué lado hay que apretarle a un muñeco para que se le encienda la cabeza…


jueves, noviembre 08, 2018

MONÓLOGO: “Lo políticamente correcto”






Hoy en día es prácticamente imposible juntar tres palabras sin que te pongan etiquetas. Y no hablo de las que van cosidas a la ropa. Ni de las que llevan algunos, asomadas en el culo del calzoncillo para que veamos que es "Kavin Kain" o "Perrys". No, no hablo de esas. Aunque a muchos os gustaría.


He venido a hablar de la nueva Lengua y de las consecuencias que tiene que alguien juegue con tus palabras a ser un "Google Traductor" que caga gominolas y eructa pétalos de rosa. No podemos hablar sin que alguien nos traduzca constantemente el sentido de nuestras palabras.


En las tiendas de moda pasan cosas:
- Me he comprado un vestido.
- ¿Negro y amarillo?
- No. Afroamericano con rayas de etnia oriental tirando a caucásicas, Mariloli.
- Ah, güeno.


Y las discusiones en los geriátricos ya no son como antes. No hablo de las peleas de "Street Fighter" cuando gritas a un grupo de abuelos que dan canapés gratis y que la máquina de café da un dedo más del preciado y diarréico líquido pardusco. Hablo de los insultos:
- Eres un puto viejo de mierda.
- ¿Cómo? Eso es un insulto gerontofóbico, escatológico y tendencioso, Cipriano. ¡A la ministra que vas!
- Pues eres…eres…ejerces la prostitución masculina con la longeva y avanzada edad que te confieren los años bien llevados y además perteneces al subgrupo de sólidas defecaciones, ¡hala, Eustaquio!
- Así suena mejor, ¿ves cómo no costaba tanto insultar con clase?


Toda esta forma de vida está tan dentro de nuestra Sociedad que, en cualquier ámbito, circunstancia o contexto puedes llegar a ser un "facha", un "rojo", un "fachirrojo" o incluso, un "comunifacha". O todo a la vez. Ah, y más te vale inventarte palabras que terminen en –a aunque no existan: miembra, salchichona, Lambrusca, Metra o caviara. Todo sea en aras de la igualdad, la paridad, la parida y el paripé (¿o era paripá?).
- Cariño, ¿me puedes ayudar a vaciar el contenedor?
- ¡Machista patriarcal! ¡Sometedor de sexos! ¡S0 segregador de géneros!
- Vale. Repito: "Cariña, ¿ma pueda ayudara a vaciara la contenedora?
- ¿El cuálo? Además de machista eres un mal hablado, Higinio.


Yo, por ejemplo, ya tengo miedo de poner frases en Twiter de más de 140 "caracteras". También evito los colores como el "negro", el "amarillo", el "rosa" o el "varón blanco uno ochenta caucásico". Ahora simplemente pongo fotos de flores, de mi abuela haciendo macramé o las de la Comunión de mi hijo (en estas siempre digo que son de una ceremonia pagana celta en la que sacrificamos un ser no vivo como una piedra o un político).


Participar en una red social es muy fácil siempre que evites hablar de: religión, fútbol, radio, prensa o televisión. En esta última tienes bula de indulgencia si ves "Mujeres, Hombros y Viceversa" porque mola mazo y queda chulo como hashtag. Tienes que aprender, eso sí, a filtrar los nombres de los tertulianos, tertulianas y sopas julianas. A Kiko Matamoros, por ejemplo, un día le pedirán que se cambie el nombre y el apellido por ser ofensivo a otras etnias. Don Francisco Hace-daño-a-magrebíes sería más políticamente correcto.


En resumen: si no quieres meterte en líos en el mundo en el que vivimos hoy, no hables de nada en especial. Sólo mueve los labios, aporrea teclas como si fueras un maníaco y hazte fotos con filtros donde no digas ni hagas nada. Y si alguien, te increpa, contéstale siempre con educación: nací cerca de los ochenta y me va a tener que disculpar, caballera.









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