sábado, diciembre 15, 2012

"La Eterna Decisión Inconclusa"


Pasos.
Zancadas desesperadas de un alma agitada que camina a cámara lenta por un mundo a cámara superrápida.

Caminando solo entre las calles oscuras de la gran ciudad donde me encuentro, pienso en una maravillosa alegoría: un joven que camina y camina entre recovecos de aceras inexpugnables saltando obstáculos. Cegado por grandes rótulos de neón, periódicos arrastrados por un viento invisible que quema del frío que desprende. Aturdido por el ruido atronador de millones de cláxones, músicas que no son músicas y conversaciones confusas de confusas vidas caducas.

Allí perdido entre marejadas de personas. Arrastrado a lugares sórdidos de luces tenues y humos picantes. Noches eternas que le llevan por los océanos de espuma de cerveza y perfumes baratos. Gente que de tan hueca que es, el eco de sus pensamientos retumban en sus almas vacías de contenido.
Escucha. Observa. Y camina. No puede detenerse por  la fuerte corriente submarina de gente incolora e indolora. Apenas puede pensar. Ni siquiera es consciente de adónde se dirige. Se ha olvidado de su destino hace muchas noches atrás.

De vez en cuando, cuando las luces se van apagando y las nubes se van abriendo mira la luna. Quiere revelarle el secreto de quién es y adónde va, pero los susurros se pierden para siempre entre las antenas de tejados infinitos.

Cruza una calle. Mira una silueta escondida entre los reflejos del salpicadero de un coche y las sombras de un habitáculo. Se parece a él. Hay una persona a su lado. Una mujer. Niños sentados en los asientos de atrás cantando y confeti desparramado en el capó. Música que se escapa por las rendijas de las ventanillas. Sí, es él. Se ha cruzado con su vida paralela. Una vida rodeada de la seguridad de ABS, Airbags y canciones infantiles.

Quiere acercarse. No se da cuenta de que las vidas paralelas, al igual que las líneas, nunca llegan a encontrarse. Geometría pura. Ciencias exactas creadas por seres inexactos. Pero las cosas son así y las leyes se cumplen.
Nunca se encuentra a sí mismo. Y camina. Docenas de vagabundos que le rodean. Le piden. Casi le imploran. Pero él en ese paseo se ha dejado la cartera, el monedero e incluso el alma aparcada en doble fila varias calles más adelante. No les da nada. Sus pasos cada vez son más veloces.

Quiere llegar pero no sabe adónde. Se mira a un escaparate y ve su reflejo. El familiar rostro de un anciano le mira fijamente. Es él de nuevo. Entre los libros del escaparate la socarrona mirada de un viejo le dice que el final del camino está dos esquinas más adelante. Detrás de un semáforo en ámbar estropeado.
Y cuando alguien le empuja. Observa por encima de su hombro. Una mujer de cabellos empapados por la lluvia le reconoce. Él también sabe quién es. La acaba de ver dentro de un coche lleno de confeti, niños y Airbags. No hace falta que le diga quién es porque sus miradas les hablan del futuro. Un futuro plagado de hojas secas, de cabañas tibias, de árboles de hoja perenne, de gritos, de discusiones, de eternos besos, de mágicos momentos y de tímidas sonrisas.

Cuando cierra los ojos. Un semáforo que está dos esquinas más adelante, se pone en rojo. El mundo se detiene. Y tiene que decidirse si subir a un coche, cruzar la calle, sentarse a mirar la noche o correr despavorido huyendo de su vida.

No lo sabe. El mundo se detuvo. Aún hay tiempo. La luna le mira impaciente mientras las hojas de periódico suspendidas en el aire y el helado a punto de caerse de la mano de un chico le susurran con paciencia que el mundo le espera. Que es una pieza fundamental en él. Sin una decisión los caminos pueden llevar a la “Tierra de Ninguna Parte” donde el tiempo es un sumidero de viejas glorias y pensamientos no natos.
Mientras el mundo se mueve alrededor, una persona petrificada delante de un escaparate medita.

Un grupo de adolescentes mira la estatua y se ríen. Entre risas maliciosas y sonoras carcajadas le empujan…pero la estatua sigue allí mirando cómo una bandada de golondrinas choca contra su maltrecho hombro. Un hombro dolorido de soportar pesadas cargas de decisiones dolorosas.

La estatua sigue pensando y pensando y pensando….

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