Aún me acuerdo de esa agradable sensación de bajar al quiosco
y entre los estantes que tenía el señor Antonio ponerme a rebuscar mi periódico
favorito entre la prensa diaria. Ese olor a papel de imprenta mezclado con el
aroma dulzón de las chuches presagiaba una lectura matinal entretenida. Sí, hace
años, pero tampoco muchos. Uno nació cuando mandaba Franco y los demás decían
amén, pero juro que no conocí a Marco Polo. Soy joven. Menos de lo que creo,
pero lo soy.
Estaba hablando de los tiempos en los que los periódicos
se podían leer de línea en línea y hacia abajo, siempre sabiendo que, a pesar
de tener que leer entre líneas (y válgame la redundancia), te daban un cierto
margen para la crítica personal. Era eso: un titular explicado con datos y
desglosado con cifras objetivas. Frías. Sin el calor de la opinión del
periodista (para eso estaba la Columna de Opinión) pero supongo que el acto de
leer una noticia es el deseo de pasar frío. Dicen que la objetividad es
aséptica. Bien, estoy de acuerdo, pero añado que también es gélida. Debe ser
así: leer es transferir el calor de tu cerebro al papel deslizando las yemas de
los dedos por la tinta.
¿Para qué demonios (iba a escribir “cojones” pero podría
herir la sensibilidad del lector) digo esto si el artículo trata sobre la
Democracia? Y te respondería como suelo hacerlo si me conoces, exhortándote a
que pienses qué relación puede haber entre ambos términos. Sí, que le des un
poco al tarro, vamos.
Me joden las adivinanzas como a ti, lector (y perdón por
el exabrupto. Sé que la palabra “adivinanzas” puede molestar), así que iré
directo al grano para que no leas estos párrafos en diagonal en vez de línea
por línea (redundancia OFF, lo prometo):
Democracia es participar, aportar, decidir, pero sobre
todo pensar. Lo que se suele llamar “tener un criterio propio”. Para ello se
precisa de un entrenamiento colosal en el día a día a través del ejercicio de
la lectura, de la preocupación por estar informado, pero sobre todo por el de
la búsqueda de lo que más se aproxime a la “verdad”. A tu verdad. No la de ellos
o aquellos. No la que tienes a la “izquierda” o a la “derecha” porque ellos
tienen la suya propia y casi siempre es interesada…suele estar aderezada con
sacarina de esa que dicen que no engorda, porque eso ya lo haces tú, lector.
¿Sabes qué? Te contaré un secreto que quizás nadie te
haya contado: tu verdad puede ser mentira. Sí. Como lees. Pero es tuya, joder.
O al menos la has hecho de tu propiedad a través de ese colosal entrenamiento
que te he mencionado atrás: has leído, has pensado, has procesado la
información y a continuación la has transformado en ideas.
Repito: muchas suelen ser equivocadas porque te faltará
siempre alguna pieza para resolver el rompecabezas que te haga ver el mundo
como se supone que ¿realmente? es. Pero para construir una verdad se necesitan
cimientos de mentira a los que echar cemento y poner ladrillos encima para que
el edificio se asemeje a lo que es y no a lo que dicen que se parece. Llegados
a este punto, no sé si me he explicado. Quizás los que leen en diagonal hayan
pasado por alto este párrafo. Así que haré hincapié en el siguiente para
acabar.
La prensa en la mayoría de los casos es interesada. A los
periodistas también les interesa conservar su puesto de trabajo, así que no es
culpes a ellos. Ambos viven de la publicidad y de las subvenciones, y se han
hecho más dependientes de ellas a medida que hemos dejado de leerles en papel: se
quedan sin ingresos directos. ¿Y a qué nos ha llevado esto? A que el enlace patrocinador
publicitario/institucional sea más estrecho que antes. Tanto que los periódicos
se han transformado en panfletos. En portavoces…y todo esto nos lleva a que la
información objetiva ha muerto.
Las noticias se han vuelto precocinadas. Hemos dejado de
pasar frío leyéndolas porque están tan mascadas con los afilados colmillos de
la subjetividad que dan hasta calor. Así que lo mejor en estos casos es
enfriarlas leyendo de otras fuentes y dejando que al menos se vayan templando.
Pero, sobre todo, amigo y compañero de ruta, lo mejor que
puedes hacer es enfriarlas pensando. Hay mucha mierda (siendo suave) en lo que
nos sirven hoy en día: desde la comida ultrarrápida hasta los bocadillos de jamón
sin gluten pasando por la prensa de banner y publicidad institucional. Beber de
otras fuentes da tiempo a que la comida se enfríe y, en este caso, sepa mejor.
Porque la comida rápida engorda nuestros cuerpos…y las
noticias subjetivas engordan nuestro cerebro, tanto, que cuando quiera levantarse
de la silla para hacer ejercicio, estará demasiado gordo para pensar.
Para aportar.
Para tener criterio propio.
En definitiva, estará atrofiado para ejercer y ejercitar
la Democracia.
Te compro el artículo de arriba a abajo tocayo. El problema radica en que en esta vida que llevamos es muy difícil dedicarle tiempo a pensar. Es más cómodo y más fácil ir al McDonald's y pedir un menú que dedicarle tiempo a la cocina, experimentar y crear. Si la gran mayoría de la población come en el McDonald's, la salud de la población media se deteriora por mucho que haya unos pocos que se preocupen por su alimentación. No me hagas demasiado caso amigo, porque hoy me levanté un poco pesimista.
ResponderEliminarEn cualquier caso, Ojalá enseñaremos a nuestros niños en casa y en las escuelas esta filosofía, para lo cual debemos empezar por nosotros mismos.
Quizá me vaya a comprar el periódico al único kiosco que queda en mi barrio. Gracias por tu artículo. Me ha dado que pensar...
Muchas gracias por haberlo leído, Javi! Se agradece de corazón que alguien pierda unos minutos en leerme. Me alegra que te haya gustado la reflexión y que compartamos el punto de vista acerca de una sociedad donde hay que dárselo todo masticadito y con un post-it en el frigo para que sepan por dónde tirar. Espero de corazón que algún día mucha gente cambie de actitud y le de "a las pesas del cerebro": leer y pensar.
EliminarUn abrazo y felicita al del kiosko por haber aguantado la embestida digital y del Granhermanismo.