viernes, febrero 22, 2013

¿Por qué salir a la Calle?


Siempre podemos ver la tele. 
Escuchar la radio quizás. 
Leer la prensa escrita. 
Ver las malas noticias por Internet. E incluso podemos debatir, charlar o discutir con los amigos al calor de una cafetería y un delicioso café delante con unos bollos.
El principal punto de unión de todo ello es la indignación en la temática que leemos o debatimos: podemos sentirnos tremendamente contrariados, engañados o furiosos con lo que sucede a nuestro alrededor. Y esta indignación “pasiva” lleva irremediablemente a la impotencia, la cual conduce directamente a la desidia.
Sí. La desidia. La rendición. La aceptación sumisa de lo que hacen con nuestras vidas. Una forma de acabar con nuestra alma y de tirar a la basura nuestras ideas, nuestras esperanzas e incluso nuestra autoestima como seres humanos y sociales. Quitarse la piel y ver que eres una simple oveja pastoreada por lobos.
Hablo de la “indignación pasiva”. Que no es ni más ni menos que manifestar con mayor o menor vehemencia la contrariedad. El describir furiosamente el abuso…sumado a la sumisión inmediata. Porque, ¿qué puedo hacer yo, insignificante trozo de carne con piernas, para cambiar el mundo? ¿Quién soy yo para alterar el orden “natural” de las cosas?
El miedo y la justificación ante uno mismo son baches que nos allanan la vida. Que nos la hacen más fácil…pero nos la dificultan aún más bloqueándola. No nos han enseñado una palabra en la Escuela. Ni siquiera en las Universidades: el COMPROMISO.
Sí. Da miedo comprometerse, ¿verdad? El compromiso es el matrimonio con tus ideas. Esas que son tan grandes que el mero hecho de vivir con ellas, te aplasta como a un mosquito. Es una palabra muy puta: es difícil que te sea fiel y el serlo tú a ella.
Porque comprometerse es ir un poco más allá. Bastante más allá. Andar unos cuantos pasos fuera del camino asfaltado para meterse en un sendero de tierra y barro donde te ensucias los zapatos y te duele el alma. Es luchar cuando sabes que has perdido de antemano. Es combatir contra gigantes con forma de molinos de viento. Pero sobre todo es ensuciarse las manos mientras te lavas el espíritu.
Sí. Salir a la calle no soluciona las Crisis, ni te provee de alimento, ni de vivienda y mucho menos de dinero. Tampoco te hace mejor persona. Ni peor.
El salir con la gente. Con tu gente. Con los que en vez de estar en cómodas cafeterías, en cálidos debates al abrigo de una pantalla o escondido detrás de las hojas de un periódico…hacen algo que los hace diferentes de la mayoría: actúan. Actúan y se comprometen.
Consigo mismo y con el prójimo también. Pierden la individualidad en el asfalto y se hacen un colectivo más allá en charcos llenos de mierda. De palos policiales, de defenestración de su imagen y de mofa de sus ideales. Pero van juntos. Y luchan.
Casi siempre pierden. Pero no les importa. Sólo es necesario que el viento cambie un poco de dirección…y se producirá el milagro. Porque saben que sólo es necesario ganar UNA sola vez.

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