Un
día llegué a apostar con un amigo de la infancia que ese hombre siempre había tenido el mismo
aspecto desde que nació. Lo tomamos a broma pero ninguno de los dos
sonreímos...ni siquiera nos cuestionamos la veracidad de la observación porque
en el fondo, muy en el fondo sabíamos que había algo muy extraño en él.
Pero
todo en esta vida tiene dos caras. Generalmente la cara buena suele ser la que
está de cara al público. Se coloca en un escaparate con luces de colores y todo
el mundo la admira y se embelesa con
ella...olvidándose de que detrás de ese escaparate hay una tienda en la que a
su vez hay una trastienda donde se lava la ropa sucia y maloliente.
Pero
esa es la cara mala, la que pocos se atreven a ver. Aunque lo más fácil es
observarla con indiferencia y mirar a otro lado.
Incluso
la persona más respetable, buena y sincera tiene una trastienda. Pero que la
veamos o no depende de la mercancía que coloque en el escaparate o de la intensidad de las luces
ornamentales.
Pero
si además de hablar de personas, hablamos de cosas o de lugares, la habitación
secreta, se hace más secreta debajo de un ser mudo que no nos habla, que parece
inocente, incluso puro...sí, en efecto, también las cosas tienen cubículos
siniestros.
...de
noche el parque era todo lo contrario. A pesar de la luz de las farolas...era
un rincón casi tenebroso. Las sombras de los árboles se alargaban entre las
pálida luz artificial y daba la impresión de que detrás de los matorrales había
alguien o algo acechando.
Era
un auténtico mundo paralelo. Cercano a la civilización y a la vez alejado por
completo de ella. Un mundo cambiante, vivo, latente...y muchos adjetivos más
para los que no existe trascripción en ningún idioma del mundo.
Las
cuatro de la madrugada. Ni un solo ruido en el parque.
A
lo lejos un tren errante emitía ásperos pitidos. Iba de una ciudad desconocida
a otra bajo el manto negro de la madrugada.
Podía
sentir el calor protector de unos pasajeros somnolientos. Leyendo, dormitando o
incluso durmiendo profundamente... y a infinita distancia de ellos estaba yo. A
la intemperie, sin la armadura de guerrero que me protegiese de las flechas del
temor.
Al
cruzar la zona de los estanques oí un sonido. Era una especie de murmullo
apagado.
Procedía
de la densa arboleda que rodeaba el estanque más alejado del camino. No vi nada
en concreto pero creí haber visto una luz entre los troncos negros de los
sauces.
El
murmullo era constante, monótono, como la voz de un locutor desde una radio que
estuviese dentro de un saco lleno de trapos sucios. Me sobresalté al pensar en
ello.
En
esa parte del sendero de tierra hacía frío. Los estanques parecían hacer
disminuir la temperatura de una noche de verano varios grados.
Al
pasar al lado de uno de esos troncos de dedos de madera pude apreciar con
claridad el perfil de una diminuta cabaña del tamaño de cuatro cabinas
telefónicas unidas por una sustancia gomosa.
A través de lo que parecía ser una ventana (que por el tamaño bien
podría haber sido el ojo de buey de un barco) surgía una tenue luz blanquecina.
La luz de una lámpara de neón pensé.
Y
ese murmullo de hojas secas, monótono, distante, oscuro... no cesaba. Era como
un riachuelo lleno de gravilla que serpentease entre la arboleda. “Proviene de
la cabaña, esa es la fuente...y ahora estoy en su vertiente a punto de morir
ahogado entre un montón de arenisca, polvo y las hojas secas que vienen hacia
mí.”-pensé en ese momento. Sí, sentía ese frío cortante, eléctrico y seco que tienen
los animales cuando merodean cerca un depredador.
De
repente un crujido me sobresaltó.
Sonaba
muy cerca de donde me encontraba. Si el hielo se pudiese congelar más, podría
describir lo que fluía en mi interior en ese momento, que lejos de ser sangre
se podría comparar con algo más denso y gélido.
Miré
azorado a mi alrededor y me percaté de que lo que parecía ser una puerta desde
esa distancia a la cabaña-de-las cuatro-cabinas-de-teléfono, despedía un fulgor
blanco reflejándose en los árboles más cercanos a ella. Parecía luz, pero no lo
era. Lo era y no lo era. Como uno de esos cromos-holograma que los mueves a los lados
y cambian de imagen como por arte de magia.
el final quedo muy inconcreto
ResponderEliminarEs un extracto de un relato más largo. No lo he puesto entero. Te agradezco que lo hayas leído. Un saludo.
EliminarPD prometo colgar próximamente la continuación si quieres. Gracias.
Espero que te hayan gustado el resto de relatos y escritos del Blog.
ResponderEliminarAgradezco tus críticas y consejos, estimado amigo.Un saludo!