martes, febrero 16, 2016

Relato de una Experiencia Nuclear

Abro los ojos.  Me duelen.
¿Cuánto tiempo llevo aquí sentado? Parecen los baños de una estación de tren. Pero no hay nadie. Las hileras de urinarios están vacías en la pared de mi izquierda. Todas las puertas están cerradas. No veo pies.
La luz fluorescente parpadea irregularmente. Los cristales de los lavabos están resquebrajados y sucios. De los grifos sale un líquido parduzco y viscoso emitiendo un sonido desagradable que me recuerda a….elimino ese pensamiento de mi cabeza.
Pero la pregunta sigue ahí. Latiendo en mi cabeza y moviéndose como un papel entre mis sucios dedos. Un papel con un gran signo de interrogación. ¿Qué ha pasado? ¿Qué hago sentado en el suelo de unos baños públicos? Y lo más importante, ¿Quién soy?

Al tratar de incorporarme, un fino velo oscuro delante de mis ojos me impide ver. Me llevo las manos a los párpados y descubro que es sangre. Me empiezo a poner más y más nervioso. Noto un sabor metálico en la boca (el pánico sabe a cobre mezclado con saliva, a un cuchillo mordido por las ratas).
Mancho los polvorientos azulejos (con mi sangre), dejando unas huellas de dedos alargados. Pensando en ello, mis piernas hechas de chicle, me empiezan a llevar a la puerta de salida de ese asqueroso lugar. Polvo, suciedad, olor a orines, a colonia barata y a humo de tabaco.

Antes de girar el pomo de la puerta, advierto que hay alguien más. Un hombre tendido. Los detalles llegan con demasiada lentitud a mi maltrecho cerebro: lo primero que veo, es que ese hombre no tiene ojos. Una lengua increíblemente larga le cuelga de la comisura de su boca y tiene medio rostro descarnado. Intento evitar unas violentas arcadas. Noto una gota recorriendo mi espalda. Inconscientemente rezo para que sea sudor.

De un empujón abro la puerta. El vestíbulo de la estación de tren está sin gente. Todas las sillas, cafeterías, puestos y comercios están absolutamente vacíos. No hay nadie más. El denso silencio amplifica el sonido de mis zapatos al caminar. Sólo el ruido de unos solitarios tacones y el aullar de un fuerte viento que se cuela por los ventanales del vestíbulo. Todos los cristales están rotos. Microscópicas astillas de vidrio en el suelo, delatan que algo con una fuerza asombrosa, los ha despedazado como finas obleas.
Si estoy soñando, es un sueño irreal. Angustioso. Una mierda de pesadilla.
Grito. Sólo contesta el viento empujando los papeles y la basura hacia mí. Ese sabor a cobre otra vez. Corro. Me resbalo un par de veces. Tiro una mesa y dos sillas con mi cadera antes de entrar en una oscura cafetería. Otra vez ese olor. A cerrado, a trapos sucios mezclado con sudor, a armarios cerrados, a naftalina…huele a muerte.

En el mostrador reposan dos lánguidas cabezas de dos personas jóvenes junto a sendos vasos volcados. El cuello retorcido en una posición imposible. Los brazos caídos en señal de rendición. Y esta maldita oscuridad no es suficiente para evitar que vea que…no tienen ojos. Pienso en el hombre del baño. Al acostumbrarse la vista a la oscuridad, distingo más siluetas sentadas en las mesas de dentro. Reclinadas sobre sus mesas. Casi agachadas, protegiéndose de alguien o de algo.

Todo está más o menos en orden dentro. Es lo más desconcertante. Las únicas notas disonantes son las botellas rotas de detrás del mostrador, alguna silla caída y las posiciones corporales de la gente (muerta. Muerta y sin ojos). Junto a una de las mesas del fondo, un amasijo amorfo de hierro y lona desgarrada. Un carrito de bebé.

Lloro. De miedo, de pánico, de nervios, de pena, de confusión. Al salir de la que antes era una cafetería y ahora es un nicho de cadáveres…miro al cielo por entre los ventanales rotos. Parecía que era de día cuando salí de los baños. Pero ahora la luz es increíblemente roja. Casi granate. Y cuando me estoy preguntando qué está pasando…una segunda bomba de neutrones me barre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entrada destacada

“Palo y zanahoria” VS. “Sobreprotección infantil”

Volvamos unos cuantos años atrás viajando por el tiempo. Justo a la época en la que estás jugando con tus compañeros de quinto de Educaci...