martes, mayo 22, 2012

El MIEDO como HERRAMIENTA de CONTROL

Hace un tiempo, leí una frase pronunciada por un congresista o un senador norteamericano. Decía algo así como que “un Estado necesita algo que genere miedo, un enemigo. Y si no existe, hay que inventarlo. Un Estado sin un enemigo común, es un Estado débil”.

Estuve dándole vueltas a la frasecita en la cabeza. Al principio me pareció una frase sacada de una película de Chuck Norris o de Stallone del estilo de “el crimen es la enfermedad, yo soy la cura”. Una frase tópica. Barata. Exagerada. Una fantasmada, vamos.

Pero según pasaba el tiempo, las palabras fueron madurando en mi mente, la frase en su conjunto fue cobrando más y más sentido. Era la típica sensación de ver los retazos de un cuadro, al principio imposibles de interpretar, e ir, poco a poco viendo unas caras, unas casas, un río, y por fin el paisaje entero. “Habría que inventarlo”. “Enemigo común”. “Estado débil”.

Realmente, el miedo, aparte de ser una parte intrínseca de todos los seres vivos, una parte de nuestro ADN…es una herramienta. La herramienta más potente que existe para condicionar los actos de las personas. El miedo puede hacer que te quedes inmóvil, que corras, que calles, que grites, que generes más miedo al que te rodea…o que, como persona, como ser libre, quedes anulado.

La Historia nos da a conocer el uso que se ha dado del miedo por parte de las sociedades: colonialismo, imperialismo, religión, persecución, política…y un montón de “ones” e “ismos”. No pretendo hacer un ensayo acerca de la Historia del miedo, claro está.

Tan sólo quiero apuntar que ante  unos mismos métodos, se producen efectos similares.

¿A qué le tememos hoy en día? ¿Qué temen nuestros dirigentes? ¿Es el miedo hoy en día tan efectivo como antaño?

Como dije anteriormente, el miedo como herramienta de control es quizá el arma más antigua vigente y además efectiva que muchas instituciones sociales, religiosas y políticas, han encontrado para crear, a partir de allí, bases sólidas para sostener los pilares de su desarrollo. La cultura del miedo ha alcanzado hoy en día, un nivel aún mayor con la llegada a los medios masivos de comunicación. Me explico.

En nuestro país, el mayor miedo y preocupación, según las encuestas más fiables, es el empleo. El empleo como modo de subsistir y de cubrir las necesidades más básicas entre las que está la libertad del ser humano. Como las circunstancias (incompetencia política y económica) no ayudan a abordar y dar una solución al problema, es cuando los “generadores de opinión” (entes al servicio del que gobierna) CREAN otro problema. Otra fuente de miedo.

No hay que pensar mucho. Si encendemos la televisión, ponemos la radio o leemos la prensa…podemos percibir un auténtico bombardeo de noticias “inquietantes”, que producen “miedo”, “repulsa” u “odio”. Sentimientos que nos desvían del problema original: el paro.

Distintas temáticas son utilizadas para generar miedo, dramatizando el hecho en sí. Sin desmerecer la importancia que merecen temas como el cambio climático, la crisis económica, teorías del fin del mundo, es excesivo el enfoque terrorífico y espectacular que le dan los medios masivos. Los medios en propiedad de empresarios restringen las acciones de cualquier ciudadano y velan por sus intereses y no por los principios naturales del periodismo. Por lo que mediante diversos métodos engrosan los hechos, modifican estadísticas y crean, desde otra perspectiva, una realidad a su favor.

La guerra o la necesidad de tener un enemigo enfrente, fue el apoyo a la cultura del miedo en otra época.

George Orwell en su novela 1984 plantea la necesidad de los regímenes de tener un rival a quien temer y del cual la población se preocupe y así desviar la atención en lo que sucede dentro del régimen en sí. Durante la dictadura militar en nuestro país, el conflicto bélico con Inglaterra por las Islas Malvinas es un claro ejemplo.

Una sociedad asustada es manipulable, acepta cosas que jamás toleraría en un estado de tranquilidad. Por ejemplo: el aumento del control sobre el individuo, la pérdida de intimidad, medidas como abaratar el despido o aumentar la edad de jubilación.

Un Estado necesita algo que genere miedo, un enemigo. 

Y en ello están.

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