miércoles, agosto 15, 2012

Mi YO BASTARDO (Parte 2) Va por ti, LAYA...


Esa noche, desorientado, borracho y furioso, hice cosas de las que no me acuerdo. Una parte de mí no quiere acordarse porque sabe qué pasó después de la cena. Qué sucedió en el parque cuando esa descarada quiso meterme mano mientras su lengua me ahogaba. Empecé a sentir cómo mis puños se apretaban y las uñas me hacían heridas en las palmas de las manos. Cómo se tensaban todos los músculos de mi cuerpo, contrayéndose como serpientes enroscadas en una antorcha. Y la rabia, me cegó por completo. Una ceguera de la que salí en un baño de mala muerte de un tugurio. Me acuerdo de lo difícil que era frotarme los brazos con mis uñas para lavarme la sangre casi seca. Me acuerdo de la música ratonera, del olor a cerveza rancia y de las más de cinco copas que me bebí en esa barra.

Los siguientes días, cada vez que sonaba mi móvil, o llamaban al timbre…o incluso cuando alguien me llamaba a gritos en la calle,  el corazón me daba un vuelco y me veía estirando los brazos para ser esposado, detenido y humillado. Un montón de brazos me señalarían mientras miles de ojos me escrutarían con falsa sorpresa y pena.

Sin duda era él, sí. Por una vez en su triste vida, el vino agrio le salvó de presenciar algo que sé que vio. Suficientemente sobrio para saber que éramos dos personas pero lo suficientemente ebrio para no saber si éramos o no reales. Quizás no lo éramos. Quizás esa chica nunca existió.

Quizás…y el agua caliente de la ducha, deshizo esos restos de recuerdos pasados. Iban desapareciendo por el desagüe con el sudor y la arena del camino. Era hora de dormir. Al acostarme, me acordé de que hacía dos días que no hablaba con Regina. Ella tampoco me había llamado. Que la den. Y me dormí. No diré que fue un sueño profundo, pero las dos pastillas que me tomé consiguieron algo parecido.

Veinte series de abdominales. Veinte series de diez repeticiones con las mancuernas. Treinta con las máquinas de piernas. Y termino con mis casi trescientas flexiones matinales. Un desayuno frugal con tostadas y al garaje. Hoy estoy conduciendo el BMW 850 Edición Especial. El sol se refleja en todas las ventanas de los edificios de cristal, recordándome que la suerte existe y está ahí esperando a ver quién la encuentra hoy. Por el espejo retrovisor veo más mendigos en las aceras que nunca. Su camino va a ser un poco más largo que el mío. Y doblando una de las esquinas que me llevan a una lujosa oficina, les pierdo de vista.

Mierda. Tampoco hay ningún mensaje en el contestador hoy.

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