Una de las mejores
cosas que puedes hacer en este mundo para ir haciendo tiempo en él, es
inscribirte en una cola. Lo bueno es que hay de varios tipos: la del INEM, la
del cine, la de la carnicería “La Chona”, la de los museos, las de los
restaurantes, la de Nacho Vidal, etc…
La palabra “Cola” en sí
encierra más acepciones que el Fary bailando con un Hula-Hop. Expresiones como:
“va a traer cola”, “Paco pásame u güisqui cola” o “Joder, Pepe, vaya cola!” son
de uso casi cotidiano. Es más, el nombre de Cristobal COLÓN viene de ahí, de un
paisano genovés que con el ansia de saltarse su turno, va y te descubre, nada
más y nada menos que un continente entero!!!
Pero, ¿dónde nacieron las colas?
¿Quién las inventó? Y lo que es más importante…¿a qué hora echan el partido de
hoy en la tele? Centrémonos.
Hay teorías acerca del
nacimiento de esta ceremonia o ritual. Unos dicen que surgió en el sur de
África, en el seno de la tribu de los “Bongo-bongo” cuando probaron a hacer un
“trenecito” colectivo. Otros dicen que en Asia, cuando los chinos empezaron a reclamar
el bocadillo de berberechos agridulces al que tenían derecho por construir la
Gran Muralla China. Pero la teoría que cobra más fuerza es que todo comenzó en
Cuenca, concretamente en el municipio de Villagramiel cuando el alcalde decidió
dar pinchos de tortilla gratis y una jarra de vino.
Yo creo firmemente en esta
última teoría. Es de fácil comprobación si vais a cualquier inauguración,
festejo o corrida (válgame la redundancia, amigos) donde den algo gratis por la
geografía íbera. Por ejemplo, el otro día estuve en la famosa “Fiesta de la
Rana Embustera” de la localidad archiconocida de Azadón del Melonar, Albacete:
-
Buenos días, ¿es aquí donde dan tapas gratis? – siempre hay un jubilado
con boina negra, palillo en la boca y mano inquieta.
- Sí
– le respondes – Y además hay una fiesta. Lo de la comida es “pa acompañar,
agüelo”.
-
¿Pero es gratis o no es gratis, cagonmiputamadrequeloparió?
No nos engañemos, amigos…la
palabra GRATIS a cierta edad es sinónimo de fiesta y si me apuran, hasta de
orgía. Se conocen casos de abueletes de boina calada montándose un trío con un
bocadillo de sardinas fritas y un bidón de vino aguado.
Y decir la palabra GRATIS cuando
hay abueletes o abuelitas delante es lo más parecido a lo que sintió Richard
Nixon cuando rozó con la yema del dedo el botón nuclear en otros tiempos.
¿Os acordáis o habéis leído los
milagros de la Biblia? Pues bien, esos señores de longeva edad, aparte de
haberlo vivido en directo en tiempos del Antiguo Testamento, son los que podemos
ver ahora haciendo realidad un milagro: señores cojos que brincan a por un
canapé de salchicha, señoras ciegas guiadas por su olfato teledirigidas al cubo
de recia sangría casera, niños aprendiendo a andar, que aprenden antes a trepar
para alcanzar bandejas…y minusválidos dejando en ridículo al mismísimo Ussain
Bolt.
Las mismas abuelitas de cara
dulce y cariacontecida que vemos en cualquier parque o asilo, se transfiguran
cuando les acercas una bandeja llena de canapés. Sus manos se vuelven garras, y
los ojos se te clavan en la nuca produciéndote la muerte instantánea. Sus
débiles piernas son las mismas que tanto dolor te infligen cuando te dan
patadas en los huevos en su afán de conseguir que sueltes el único canapé de
jamón que queda…
Los mismos señorines de bastón,
al oír la palabra mágica de “Que pague tu puta madre”…esgrimen su cacha a la
espera de que algún incauto se acerque y poder varearle hasta la muerte.
Ayyy!! El gratis y las colas
siempre han ido parejas. A menor precio, mayor es la cola…algo parecido a los
chaperos de los parques, pero con comida.
Una de las cosas más curiosas que se produce en las colas es la “Teoría del Meteprisas” cuyo enunciado por el
gran Teófanes de Sacarejo: “la probabilidad de que el paisano que tienes tres
kilómetros más atrás, te adelante por la izquierda, es directamente
proporcional a la edad del susodicho e inversamente proporcional a la prisa que el sujeto
tenga”. En resumen: ojo con los jubilados. Al parecer siempre andan con prisas.
¿Para qué? No lo sé todo, amigos.
Y después están las colas
misteriosas.
Un día das un paseo y ves una
multitud de personas en formación dando vueltas alrededor de un edificio…y aquí
empieza el misterio. Podemos ver dos tipos de personajes:
1. El
“pasaba por aquí”. Tú pregunta, pregunta…siempre te responderá algo así como:
“No sé para qué es esta cola. Pasaba por aquí. Debe ser para algo que dan”. Y
se queda tan ancho. La verdad es que el hombre desencaminado no va: allá donde
vayas, siempre te darán. A veces por delante y otras por detrás. A veces gratis
y otras “a pagar”.
2. El
“suvencionao”. No es ni más ni menos que un tío comprado por el Ayuntamiento
para que haga bulto. De esos que están contratados “pa estorbar”. Los puedes
encontrar en los supermercados, en los estrenos del cine bielorruso o incluso
dentro de tu armario moviéndote las perchas para joder. Esa es su auténtica
vocación: hacer bulto y joderte la vida. No es casualidad que el que le
contrata sea un Ayuntamiento.
Pero hay más. Os dejo. Ya os
contaré, que estoy a punto de llegar al final de la cola. Si me preguntáis para
qué, os diré que para joder. Y si me preguntáis por qué, os diré que pasaba por
aquí.
JAVIER ADDALI, 7 DE AGOSTO DE 2012
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