sábado, noviembre 05, 2016

MONÓLOGO: "iPods, i-MBÉCILES y Casettes de Dos Pletinas".

Los tiempos cambian...
Antes todo era muy sencillo. Sin complicaciones, sin comeduras de coco, sin esa mierda que llaman “políticamente correcto”.
A una persona que se le llama hoy en día “ser asocial” antes era un “modorro”, a un niño “hiperactivo” se le llamaba “niño de los cojones” y a lo que hoy en día se le llama “educación proactiva” antes era “correr al niño a cintazos”. Todo era sencillo, predecible...
Lo mismo pasa hoy en día con la música.
Sólo había dos formas de escuchar música: en la radio o en el “casete-de-dos-pletinas”.Punto.
No había más!! Que no lo había, coño!!!
Que querías escuchar lo último: los40. Que querías volver a escuchar lo último: el casete-de-dos-pletinas!!
Ahora está el ipod,el ipad,el iphone,el i-mbecil del vecino cantando y el i-nútil del Bisbal...además del ordenador, el DVD, y un montón de inventos con muchos botones, de los cuales sólo usas uno o dos. A lo sumo!!
¿Y qué decir de los estilos musicales?
En mis tiempos sólo había tres tipos de música: la de bailar, la de escuchar o la de “arrimar la cebolleta”.
La de bailar era melódica, sonaba dos veces en los40 y ya estabas con el dedo en el “casete-de-dos-pletinas”. Ayyy!! Eso era música,coño. Se escuchaba en todos los sitios: en los bares, en la peluquería, en los entierros y hasta en el hilo musical de los psiquiatras.
La de “escuchar”, era música sagrada: se levantaba hasta el abuelo, boina al pecho y con la mano en el corazón. El gato se sentaba. El niño dejaba de llorar. Y hasta las suegras se callaban un rato.
La de “arrimar la cebolleta” se caracterizaba por el hecho de que se ponía en la Disco a última hora. Cuando se apagaban las luces. Era el momento en que que tenías que haber “enfocado” a la chica.
Sí, enfocado. Una vez que se apagaban las luces, entraba en acción el azar...cuenta la leyenda discotequil de gente que por no haber “enfocado” bien, al encenderse las luces de nuevo, se daban cuenta de que habían estado bailando los lentos con un señor de bigote y palillo en la boca.
También hay casos más fuertes: si enfocabas mal en los reservados...alguno, al encenderse las luces, se encontraba con que estaba en una tasca llena de abuelos jugando al dominó!!
Eso era emoción, coñoo!!!

Ahora está todo “disperso”, confuso...liosooo!!
El REAGGETON!! Música del diablo!!
Creo firmemente que surgió de una casualidad...alguien puso un disco de LAMBADA en el tocadiscos, y éste se averió!! Se revolucionó, vamos. Pasó a más revoluciones de las normales. En cristiano: se jodió!
Y entre la “lambada revolucionada” y el salto del disco...nació el REAGGETON!! Fué un accidente.
Y el siguiente paso fue pasar a ser música comercial. Y eso fue fácil!!
La receta para componer REAGGETON es muy sencilla: acelera en el CD la canción que tú elijas, igual te vale “Paquito el Chocolatero” que una canción de Hard Metal. Da lo mismo. Tú, sólo pulsa el botón de avance en el disco. Dale duro!
Ya está: tienes la base musical lista...ahora falta la letra.
Paso 2: vete al supermercado y compra unos yogures, unos “Huesitos” y tres “Tigretones”. A continuación, levanta las tapas de los yogures y lee... en alguno pondrá, pongamos “Has tenido suerte, te ha tocado”: ya tienes la letra!!
“Oye, nenaaaa, hoy has tenido sueeeerte
Te ha tocao!! Te ha Tocao!!”
Sin miedo!! Repítelo como 100 veces y voilà!! Ya has compuesto una canción! Enhorabuena!!
Los “Huesitos” y los “Tigretones” debes de comerlos mientras cantas!!

Y otra modalidad es la “música de grupos-de-chicos-o-chicas-resultonamente-empalagosos”.
Sí, de esos que se ponen a bailar en el escenario, moviendo la cadera y la cabeza como un epiléptico. A ver, te voy a contar una cosa. Espero no decepcionarte: los Reyes Magos no existen, Milli Vanilli no cantaba y los grupitos de niños monos no cantan!! Te he dejado mal cuerpo, no?
El casting es sencillísimo: busca a chicos de flequillo largo, un poco “cachitas”, que se muevan como Robocop con esclerosis múltiple...y hazte su agente. Te vas a forrar!
En las entrevistas sólo tienen que decir 2 cosas: “Bueno sí...” y “Soy lo que soy gracias a los fans”. Punto. Todo lo demás, sobra!! Si van a hablar de Platón o del Teorema de Bernouilli...la joden!!

Y luego, por fin están las “Agresivas-compulsivas-que te-arañooo-uargg”. Su máximo representante es Shakira. El casting aquí, se complica. Tiene que estar buena, bailar bien y hacer como que canta bien. Si está buena...sobraría. ¿A quién coño le importa que cante? Te puede estar hablando de la distancia de Plutón a Galapagar y seguirías bailando!!
Si quieres un éxito asegurado, necesitas que grabe un videoclip, se meta en una jaula, se mueva mucho y si al video, le añades una escena con un bazoka, triunfas. Opcional: consigue que salga con un futbolista, un torero o un mequetrefe de esos que salen en “Sálvame” y sólo les conoce la madre que los parió mal y la vecina de abajo cuando se acuerda de la primera cuando el nene monta una fiesta en su casa....

Antes era toooodo, más sencillo!!


MONÓLOGO: "Salir de Marcha"

Yo, como ésto de la juventud lo estoy dejando, me da igual y lo digo: el 99,95% de las veces que sales de marcha es un coñazo. ¿Pero por qué seguimos saliendo?
Pues porque siempre pensamos: "¿Si no salgo... y luego pasa algo emocionante...? Y, sobre todo, ¿y si ligo?". Sí, porque no falla: basta que un día no salgas, para que te digan tus amigos: --¡Tío! ¡Ayer fue la leche...! Acabamos con unas holandesas bailando en un tren de lavado, mientras una orquesta tocaba para nosotros en puñetero “Requiem de Mozart” y diez Unicornios nos saludaban desde la Castellana!! Te lo perdiste!!
Y tú pensando: "Joder, y yo como un imbécil en casa viendo el programa del Jorge Javier.. que me lo podría haber grabado". Así que, claro, el sábado siguiente, aunque pienses que va a ser un rollo, sales. Y esto es lo que realmente ocurre en casi todas las noches de marcha:

Diez de la noche. Quedas con toda la peña para cenar. Y siempre elige restaurante un tío al que yo llamo El Scotex. Sí,porque es uno que se ha aprendido el truco de cenar en restaurantes caros y pagar a escote, es un chollo... y aprovecha para pedir lo más caro. Lo malo es que, para evitar que te time, te picas: ¿qué pide bistec? Tú, solomillo. ¿Qué pide gambas? Tú, centollo.
Y cuando llega el postre estás tan lleno, que te tomarías un cafetito, y ya está, pero El Scotex dice:
-Para mí una tarta de chocolate con salsa de frambuesa y láminas de menta.
Y tú piensas: "Joder, me va a salir el cafelito a 20 leuracos".
-¡Pues a mí una mouse... de jamón ibérico... y láminas de menta!
Al final el cafelito te sale por 80. ¡Que se joda!
Doce de la noche.
Acaba la cena. Y siempre me surge la misma pregunta: ¿por qué no se decide el sitio adonde ir a tomar la copa durante la cena? Pues no, hay que decidirlo en la calle, muerto de frío:
-¿Y si vamos a Pingo's?
-Uy, no, Pingo's no, que estará hasta arriba.
-Bueno, ¿y si vamos a Funchi's?
-Noo, Funchi's no, que la música es muy mala...

¿Y al final cómo se resuelve esto? Pues como siempre, con indefinición!!!!
De repente alguien tiene una idea brillante:
-Oye, vamos al centro y allí vemos...
Y esta frase es mágica: convence a todo el mundo. ¡Yo creo que por eso el PP la copió: "Oye, vamos al centro y allí veremos...".
Una de la mañana.
Llegas al centro y hay que encontrar aparcamiento.
Y vale cualquier sitio con tal de que quepa el coche: en un vado, encima de la acera, dentro de un contenedor... Y por primera vez en toda la noche, sientes que estás de marcha. Sí, porque tienes que andar cuatro kilómetros desde donde aparcas hasta la discoteca.
Las dos menos cuarto. Por fin llegas, y ya, tranquilamente, puedes... ponerte a hacer cola. Las colas de las discotecas son las únicas que haces sin saber si al final te van a dejar entrar.
¿Se imaginan hacer cola en la frutería y que al final no te vendieran los kiwis? "No, a usted no le vendo kiwis, que lleva calcetines blancos, ¡el siguiente!". Pero si tienes suerte, a las dos y cuarto consigues entrar.
Y pasas de la marcha al rafting. Sí, porque en las discotecas, la gente se organiza en riachuelos. Y tú te colocas en uno, pensando que va a la barra y de pronto te ves en la puerta del baño: ¡mierda! Y ves que todos tus amigos han cogido el que va a la barra. Así que intentas avanzar contra corriente, pero no puedes... y les gritas:
--¡Voy al baño pero no os movááááis de ahíííí!

Pero no cuentas con que las discotecas tienen una capacidad de movimiento propia, como las mareas. Y cuando por fin llegas a la barra, tus amigos han sido trasladados a veinte metros. Y en ese momento empiezas a acordarte de lo bien que se está en tu camita... pero vuelves a caer en la trampa: no me voy, que deben de estar a punto de aparecer las holandesas con una ficha para el tren de lavado.
Así que continúas la expedición, y después de media hora consigues llegar hasta ellos, con la copa en lo alto, como si fuera un trofeo, y te dicen:
-Bébete eso rápido, que nos vamos a otro sitio.
-¡¿A otro sitio?!
-Sí, ¿a dónde te apetece a ti?
-A mí, con lo que me ha costado conseguir la copa, ¡a la Cibeles a celebrarlo!
Pero salta uno:
-Vamos a Cunclis: cierra a las 10 de la mañana. Así que después de estar toda la noche por ahí, sudando, bebiendo y fumando, acabas en un sitio lleno de gente sudada, bebida y fumada. Sí, porque no es muy difícil saber qué tipo de gente vamos a un sitio que cierra a las 10 de la mañana:

Los que no hemos pillado en toda la noche y vamos pensando: "Me quedan dos horas para pillar, voy a machete. Me vale lo que sea, si pesa más de 30 kilos y se mueve... Ahora, si es aquí donde pillaron mis colegas a las finlandesas, no me extraña que las llevaran al tren de lavado".

Al final sales de allí a las 10 de la mañana, sin haberte comido nada. Y de pronto ves en la puerta... un puesto de bocatas de jamón. Que no es ibérico, que no es de bellota. Yo creo que ni siquiera es jamón, pero a esa hora te comerías un guarda jurado.
En fin, que si no sabían lo que es salir de marcha, yo se lo resumo:
Dos horas peleándote con El Scotex, media hora discutiendo con tus amigos, hora y media aparcando, 45 minutos caminando, hora y veinte haciendo cola, y media hora vomitando.

domingo, octubre 16, 2016

“Palo y zanahoria” VS. “Sobreprotección infantil”

Volvamos unos cuantos años atrás viajando por el tiempo. Justo a la época en la que estás jugando con tus compañeros de quinto de Educación General Básica y habéis hecho una trastada gorda. Ahí. Para la cinta.

El juego al principio parecía divertido, ¿verdad? Eso es lo que tiene la infancia, que no sabemos aún distinguir lo divertido de lo peligroso, o al menos no tendríamos por qué saberlo: meterle un petardo encendido en la capucha de la chaqueta de Manolín, el niño de tercero de EGB, sonaba realmente tronchante. No nos deteníamos a pensar en las consecuencias, sólo contaba la acción y la diversión. Las risas. Imaginarnos su cara al asustarse…

Pero cuando viste cómo lloraba porque se había hecho una quemadura en el cuello, dejó de parecer una broma simpática. Y cuando salieron los profesores y llamaron a continuación a tus padres, todo pareció una idea pésima.

No abandonéis aún esa época y haced memoria: ¿os acordáis del castigo? Es difícil de olvidar. Encerrado en la habitación con las persianas bajadas mientras tu estómago te pide comida no es lo peor, lo realmente frustrante son las palabras de tus padres con cara de decepción. Has tenido suerte porque en esa época lo “normal” era acompañar el castigo físico al psicológico, todo ello aderezado con unos azotes y cuarto y mitad de bofetones. Sí, eran los tiempos en los que SuperNanny era una marca de piruletas y el “mi hijo es mi colega” era una soplapollez (joder, y lo es aún. No es tu colega: es tu hijo, pedazo de irresponsable).

Bien. Pongamos que hablo de los lejanos años ochenta. Ahí es donde sitúo mi infancia junto con mis premios y castigos infantiles. Mi moral me la forjaron ahí a golpe de libro de Anaya, del castigado sin cenar y de azotainas por los pasillos. No, si alguien me pregunta, le diré que no. No tengo trauma alguno, ni síndromes extraños de esos en los que prendes fuego al monte o dibujas hombres ahorcados. Es más, mi concepto de lo bueno y de lo malo no dista mucho de la idea que pueda tener un “millenial” (término gilipollas para denominar a un nacido en los confusos años del euro y del Internet de Altavista).

Entonces si mi concepto es el mismo que el de un chaval de nuestros días, ¿qué diferencia hay entre los nacidos en los prehistóricos y prehistéricos años ochenta y los nacidos cuando Steve Jobs daba conciertos multitudinarios como un Beatle con un iPhone en ristre? No es la moral (esa nacemos todos con ella: no existe el ser amoral sino el inmoral). Tampoco es la ética. Y de la religión nada nuevo bajo el sol.

La diferencia es la EDUCACIÓN.
No hablo de esa a la que los padres exigen en vano que se la proporcionen a sus vástagos en las escuelas, institutos, o incluso si me apuráis, en las Universidades. No, señores padres, progenitores, papás, mamás o ascendientes de primer grado por consanguineidad (como queráis definiros mejor, eso no me importa), no.

Fuera de casa sólo podéis exigir CULTURA. La Educación se hace con la puerta cerrada, lleva su tiempo y es algo íntimo. Los padres deben de saber cómo, cuándo y porqué premiar o castigar. Dando ejemplo y regalando su tiempo. Es VUESTRA RESPONSABILIDAD, y es indelegable, intransferible e irrenunciable porque para eso decidisteis tener hijos. Deja la Cultura al maestro y asume tu papel. Pero, sobre todo, deja de ser un capullo sobreprotector.

Tu hijo es como eras tú. No es un hámster ni una flor marchita. Tu hijo es un proyecto de hombre o mujer que necesita forjarse con educación y curtir su cerebro con cultura.

Ahora volvamos al ejemplo del principio. Año 2016. Manolín no se llama Manolín porque es un nombre corrientucho. La EGB no existe (sabe Dios cómo se llama ahora… ¿Primaria puede ser?). Y los petardos de a duro hace mucho que dejaron de venderse en quioscos que tampoco existen. Ahora estamos en la época de los vídeos por Internet y del phising a móviles. Los años en los que las bromas no se hacen a la cara pero dan más por culo porque se ríe hasta gente que no has visto en tu vida por Youtube. Estos extraños años…
Continúo. La broma, pongamos que es patear en el recreo de un colegio de Mallorca a una niña. Pongamos que es más pequeña. Y pongamos además que son quince niños contra ella. Y, al fin…pongamos que casi la matan y está ingresada en el Hospital. Dejo la pregunta en el aire: ¿os imagináis que harían nuestros padres en los años sesenta, setenta u ochenta? Os lo imagináis bien, pero calláis como rameras. Castigaros en la habitación con las persianas bajadas era por el caso real del petardo en la capucha de un tal Manolín, de tercero de EGB. La proporción del castigo es de suponer hacia dónde tiraría y por dónde dolería. Y, ¿sabes? Por descabellado que parezca, esos niños aprenderían algo: las CONSECUENCIAS (más o menos dolorosas, pero nada traumáticas) de sus asquerosos actos.

Y acabo con dos cosas.
Una es remarcando lo que decía al principio: todos los niños hemos sido, son y seguirán siendo los mismos mientras el humano siga siendo humano. Los que cambian son los padres y su actitud, responsabilidad y paciencia con ellos.
Dejad de ser cretinos y haced de padres ya: antes de que vuestros hijos sean unos débiles expuestos a los castigos que les pueda infligir la vida porque vosotros no quisisteis enseñarles. Porque la vida es la mejor docente cabrona que os podáis imaginar: enseña con más palos que zanahorias, no lo olvidéis.
Y dos, os hago una pregunta (literalmente son dos): ¿tan mal os educaron vuestros padres como para que queráis cambiar la forma que tuvieron de enseñarnos? ¿tan mal lo hicieron?
Pensadlo, por favor.


sábado, octubre 15, 2016

"Prensa de Fastfood, democracia y grasa de bocadillo"

Aún me acuerdo de esa agradable sensación de bajar al quiosco y entre los estantes que tenía el señor Antonio ponerme a rebuscar mi periódico favorito entre la prensa diaria. Ese olor a papel de imprenta mezclado con el aroma dulzón de las chuches presagiaba una lectura matinal entretenida. Sí, hace años, pero tampoco muchos. Uno nació cuando mandaba Franco y los demás decían amén, pero juro que no conocí a Marco Polo. Soy joven. Menos de lo que creo, pero lo soy.

Estaba hablando de los tiempos en los que los periódicos se podían leer de línea en línea y hacia abajo, siempre sabiendo que, a pesar de tener que leer entre líneas (y válgame la redundancia), te daban un cierto margen para la crítica personal. Era eso: un titular explicado con datos y desglosado con cifras objetivas. Frías. Sin el calor de la opinión del periodista (para eso estaba la Columna de Opinión) pero supongo que el acto de leer una noticia es el deseo de pasar frío. Dicen que la objetividad es aséptica. Bien, estoy de acuerdo, pero añado que también es gélida. Debe ser así: leer es transferir el calor de tu cerebro al papel deslizando las yemas de los dedos por la tinta.

¿Para qué demonios (iba a escribir “cojones” pero podría herir la sensibilidad del lector) digo esto si el artículo trata sobre la Democracia? Y te respondería como suelo hacerlo si me conoces, exhortándote a que pienses qué relación puede haber entre ambos términos. Sí, que le des un poco al tarro, vamos.
Me joden las adivinanzas como a ti, lector (y perdón por el exabrupto. Sé que la palabra “adivinanzas” puede molestar), así que iré directo al grano para que no leas estos párrafos en diagonal en vez de línea por línea (redundancia OFF, lo prometo):

Democracia es participar, aportar, decidir, pero sobre todo pensar. Lo que se suele llamar “tener un criterio propio”. Para ello se precisa de un entrenamiento colosal en el día a día a través del ejercicio de la lectura, de la preocupación por estar informado, pero sobre todo por el de la búsqueda de lo que más se aproxime a la “verdad”. A tu verdad. No la de ellos o aquellos. No la que tienes a la “izquierda” o a la “derecha” porque ellos tienen la suya propia y casi siempre es interesada…suele estar aderezada con sacarina de esa que dicen que no engorda, porque eso ya lo haces tú, lector.

¿Sabes qué? Te contaré un secreto que quizás nadie te haya contado: tu verdad puede ser mentira. Sí. Como lees. Pero es tuya, joder. O al menos la has hecho de tu propiedad a través de ese colosal entrenamiento que te he mencionado atrás: has leído, has pensado, has procesado la información y a continuación la has transformado en ideas.

Repito: muchas suelen ser equivocadas porque te faltará siempre alguna pieza para resolver el rompecabezas que te haga ver el mundo como se supone que ¿realmente? es. Pero para construir una verdad se necesitan cimientos de mentira a los que echar cemento y poner ladrillos encima para que el edificio se asemeje a lo que es y no a lo que dicen que se parece. Llegados a este punto, no sé si me he explicado. Quizás los que leen en diagonal hayan pasado por alto este párrafo. Así que haré hincapié en el siguiente para acabar.

La prensa en la mayoría de los casos es interesada. A los periodistas también les interesa conservar su puesto de trabajo, así que no es culpes a ellos. Ambos viven de la publicidad y de las subvenciones, y se han hecho más dependientes de ellas a medida que hemos dejado de leerles en papel: se quedan sin ingresos directos. ¿Y a qué nos ha llevado esto? A que el enlace patrocinador publicitario/institucional sea más estrecho que antes. Tanto que los periódicos se han transformado en panfletos. En portavoces…y todo esto nos lleva a que la información objetiva ha muerto.

Las noticias se han vuelto precocinadas. Hemos dejado de pasar frío leyéndolas porque están tan mascadas con los afilados colmillos de la subjetividad que dan hasta calor. Así que lo mejor en estos casos es enfriarlas leyendo de otras fuentes y dejando que al menos se vayan templando.

Pero, sobre todo, amigo y compañero de ruta, lo mejor que puedes hacer es enfriarlas pensando. Hay mucha mierda (siendo suave) en lo que nos sirven hoy en día: desde la comida ultrarrápida hasta los bocadillos de jamón sin gluten pasando por la prensa de banner y publicidad institucional. Beber de otras fuentes da tiempo a que la comida se enfríe y, en este caso, sepa mejor.
Porque la comida rápida engorda nuestros cuerpos…y las noticias subjetivas engordan nuestro cerebro, tanto, que cuando quiera levantarse de la silla para hacer ejercicio, estará demasiado gordo para pensar.
Para aportar.
Para tener criterio propio.

En definitiva, estará atrofiado para ejercer y ejercitar la Democracia.

domingo, marzo 06, 2016

"El Devorador de Marginales" (Una Reflexión sobre la Desigualdad Social)

Los buitres están sobrevolando los restos de lo que queda. No queda mucho, la verdad. El viento del sistema comienza a esparcir las cenizas.
Mientras los buitres se reparten la carroña, nosotros seguimos mirando al cielo. Esperamos un Mesías. Un Salvador que no llega, ni llegará. En esta vida monetizada, en el que todo tiene un valor relativo, no hay Mesías que valga. La verdad es que somos muy pocos los que miramos al cielo. Tenemos fe ciega. Ansiamos un cambio, una revolución pacífica…pero no llegará. Hemos tirado las armas.
La gran mayoría, desde hace un tiempo, han dejado de mirar al cielo. Observan el suelo con creciente apego. Son los realistas. No hay nada más cierto que el suelo que une nuestros pies a la vida terrenal. Ellos creen que el Mesías se ha dormido. Un gran número le cree muerto. Pero la gran mayoría SABE que nunca existió.
Sales a la calle. Y observas. Sólo observas. Durante un instante miras al cielo, pero está oscuro. Es de noche y hace frío. Y observas. Al otro lado de la calle ves siluetas de gente encorvada empujando los carros olvidados de un Hipermercado.  Están llenos de cosas inútiles.  Y el repentino faro de un coche en la penumbra nos muestra el rostro de las pseudopersonas  que tiran del carro. En ese fugaz instante, sabes que ya no son personas. Son los restos del sistema.
El sistema se los ha comido vivos. A ellos y a sus hijos. Los ha escupido en forma de gente andrajosa. Son la gente que duerme en los parques, en los portales, en los cajeros…son tantos ya, que la gente ha dejado de percibirles. Les hemos hecho invisibles. Han dejado de pertenecer al mundo del éxito y les hemos expulsado de la rueda del consumo-trabajo-consumo. Ahora sólo cargan carros con cosas inútiles.
El niño que va detrás de una de las pseudopersonas, mira hacia arriba. Es de noche, pero se ven las estrellas nítidamente. Luego, advirtiendo mi presencia, prosigue su camino hacia ningún sitio…y cuando giran un recodo, un gran pájaro de sucias plumas grasientas, se posa en un banco. Les mira con suficiencia. Hay inteligencia en su mirada. Inteligencia y desprecio.
Al día siguiente. Un niño desaparece.  Cometió el error de mirar las estrellas y soñar. Soñó con un Mesías, con un no-humano con sentimientos no-humanos que nos salvase a todos de los buitres… pero los buitres han ganado la guerra ya. Es demasiado tarde.
Nos han cargado de tantas cosas inútiles en nuestras vidas que ya no miramos el cielo. Estamos en la rueda del trabajo-consumo-trabajo. Y cuando la rueda gira, los buitres te vigilan, te observan y te evalúan. Si detectan una amenaza, un atisbo a las estrellas, a los parques de las pseudopersonas o la esperanza en tus ojos…te devoran y te escupen.

"El rebaño, los Cerdos y los Diamantes"

Érase una vez una piara de cerdos a los que les gustaban los diamantes. No de cualquier clase, sino los más caros.
Poco a poco, a esa piara se fueron uniendo más y más cerdos. Unos eran gordos y otros estaban en ello.
La piara estaba en lo alto de una colina desde la que se divisaba todo el valle. En el valle trabajábamos nosotros, los miembros del rebaño.

Desde el valle sólo se podían ver dos cosas: la mina de diamantes y los árboles que tapaban estratégicamente la cima de la colina. No era casualidad. A los cerdos, aparte de los diamantes, sólo había una cosa que les gustaba más: esconderse. No les gustaba ser vistos.

La mina de diamantes estaba ubicada en la parte más peligrosa del valle, entre dos grandes riscos llenos de maleza. El río incomunicaba la mina con la zona del rebaño y sólo era posible cruzarlo a nado. En el río morían todos los días muchos miembros del rebaño, pero el miedo a los gritos de la montaña eran mayores al riesgo de morir ahogado.
Todas las noches, de entre la arboleda de la colina se oían risas, vítores e incluso música. El rebaño pernoctaba inquieto, durmiendo unos junto a los otros, hacinados, dando gracias a la misericordia de los seres que vivían entre los árboles por dejarles vivir un nuevo día.

Todas las semanas, dos miembros jóvenes, subían a la arboleda a llevar las cestas de diamantes. Los días de sol, el brillo que se reflejaba en sus aristas era insoportable y varios miembros, volvían al valle ciegos. Se empezó a hacer correr el rumor de que la arboleda, como castigo a su holgazanería, castigaba al rebaño con la ceguera...así que seguían recogiendo más y más diamantes, con más ahínco, arriesgándose más, muriendo con más frecuencia.

Si se miraba todo el valle desde lo alto, se podía observar dos manchas oscuras: la de la cima era más grande y la del valle, con el devenir del tiempo, se iba haciendo más y más pequeña.
La población de los cerdos medraba y la del rebaño se veía diezmada por el miedo y por el riesgo que corrían. Eran cada vez menos para sostener a más.

Un día, a punto de extinguirse por completo la población del rebaño, subieron a la cima dos miembros de mediana edad (los más jóvenes eran cada vez menos al correr más riesgos) y, por fin vieron un cerdo trotando entre los árboles. Le siguieron. Y observaron. Una miríada de cerdos bailaban y gruñían alrededor de cientos de cestas de diamantes al son de una música perversa. Se empujaban los unos a los otros hasta que alguno moría quemado en una de las hogueras.
Y por fin, despertaron. Habían arriesgado sus vidas para deleitar a esos seres nauseabundos, falsos y malévolos. Así que acudieron raudos a contárselo al resto del rebaño.
Nadie les creyó. Los más viejos les decían que las cosas eran así, que habían nacido para ello y que cualquier cosa que pudiese cambiar era, simple y llanamente, imposible.
Y fueron muriendo, hasta que sólo quedó uno. El que escribe estas líneas con la esperanza de que si en vuestra sociedad, ocurre algo parecido, miréis bien detrás de los árboles. Que los diamantes cuestan vidas y a los cerdos no les importa. Tened cuidado con los cerdos en vuestras sociedades. Se esconden de diversas formas: con trajes y perfumes que no disimulan el hedor de sus almas podridas. Y que tengáis presente algo: esos cerdos los trajimos nosotros. Nadie se acuerda cuándo ni por qué, pero los fuimos subiendo al principio de los tiempos a la cima de la montaña y los vestimos con nuestra alma.
Los mismos que los trajimos, los podemos echar. Hacédlo antes de que sólo quede uno de vosotros que no sea capaz ni de escribir unas líneas.

Javier Addali Álvarez

viernes, febrero 19, 2016

"Melodía de un Crimen Perfecto" REDUX


Día 1 de la Investigación. Residencia de los Miralles:


“¿Cuánto tiempo tarda en vengarse un muerto del asesino? Supongo que depende de lo que tarde uno en enloquecer.
El hombre que ves aquí tendido en la cama. Mírale los ojos. Las pupilas muy dilatadas delatan locura. Y pánico.
Ya has visto que en el garaje no había nada: ni cadáver, ni sangre ni nada. Hemos comprobado que fue allí donde mató a su mujer. Con un hacha debería de haber mucha sangre. Pero está limpio.
En la cocina hemos visto algún rastro: guantes de látex manchados y amoniaco. Sabemos que la mató esta noche. Pero ni rastro de la mujer ni del hacha.
Dice el sargento que en el baño hay algo extraño. Unas letras en el espejo. Sí, letras escritas con la única sangre que hemos encontrado: la de este hombre.
¿Qué pone, te preguntarás? Es curioso. Parece una broma si no fuese por la cara de este desdichado. Murió loco, sí. Pero tampoco tiene heridas ni hemorragias, así que esta sangre, a pesar de los resultados del laboratorio, no es suya. Otro misterio. Y ya van unos cuantos, capitán.
La reconstrucción de los hechos son, resumiendo: descuartiza a su esposa, mete sus pedazos en ese saco, los guarda en el garaje, y se acuesta a la espera de enterrarlos por la mañana. Antes, se ha lavado meticulosamente. Mire los roces de sus piernas y brazos. Con amoniaco, sí.
Pero, ahora viene mi teoría. Descabellada. No sabemos cómo, su mujer, o lo que queda de ella, sube a su habitación con el saco en una mano y asfixia a su marido. Fíjese en el cuello. Observe también la barandilla de la escalera: huellas de ella manchadas con tierra del garaje.
A ella no la hemos encontrado. Sólo las letras del espejo. “Arderemos juntos en el Infierno, amor mío”.”


Periódico: “Diario de Ciudad”. (Edición de Agosto):


“Dos semanas después del misterioso suceso acaecido en la casa del Doctor Miralles y su señora, el caso sigue aún sin resolverse. Según fuentes policiales, el desenterramiento de los cadáveres en el jardín del doctor sigue su curso. 
Hasta el momento han aparecido ocho cuerpos de niños sin identificar. Todos presentan el mismo estado de desmembramiento. De momento sigue sin aparecer el cuerpo de la esposa.

Las mismas fuentes policiales basan su muerte en la aparición de un diario y de una serie de fotografías (al parecer espeluznantes) donde se detallan casi al segundo los pasos seguidos en el descuartizamiento de la señora. 

Además, han aparecido unos zapatos y un bolso de ella a ochocientos metros de la casa cerca de un arroyo. Aún no se ha desvelado oficialmente el contenido del bolso, pero se especula con la existencia de una nota.

La policía forense sigue sin poder determinar el origen de la sangre del espejo del baño. Los análisis del ADN son concluyentes, pero la víctima no presenta heridas.
Otra vía de investigación, sigue los pasos en la búsqueda de una posible pauta de los asesinatos del doctor Miralles: análisis de los restos de los niños, identificación, etc…al parecer, dos de ellos, podrían ser familiares.

Todavía está sin confirmar otro de los rumores: la aparición de una especie de “Cámara de los Horrores” bajo una trampilla del garaje. Esto hace sospechar de la existencia de un posible cómplice en el Hospital Municipal. El material quirúrgico descubierto es de acceso restringido, por lo que para burlar los controles de seguridad, ha tenido que contar con ayuda “desde dentro”.

Pero la pista estrella está en un hacha. Una fecha y hora grabada, que cuadraría con el momento del presunto asesinato de la esposa del doctor.”


(TRANSCRIPCIÓN GRABADA DEL DETECTIVE ESTÉBANEZ Y EL CAPITÁN TORRES GÁMEZ, 22 de Agosto de 2012)


-  “¿Qué quiere que le diga? ¿Que teníamos que haber hablado antes con los vecinos del doctor? Claro que lo hicimos. Pero en la mayoría de los casos, cuentan cosas que no les puedan comprometer. Ya me entiende.
El que estaba enfrente de su casa, ese chalado del telescopio, si no se llega a poner nervioso, nunca hubiese dicho nada. Por supuesto, no queda muy bien confesar que eres un mirón.
Ahora tenemos a un chaval dentro de la escena. Complicaciones.
Dice que le veía de vez en cuando en el columpio de detrás de la casa. Difícil de ver oculto entre esos setos, eche un vistazo.
Lo que me inquieta es que nadie haya hablado de él ni lo hayan visto. Musculoso, pelo largo y muy alto. Gigante, según nuestro amigo el voyeur. Descartamos que sea una de las víctimas. Nunca le habría permitido salir de la casa. Fue visto al menos cuatro veces en el columpio.
Dos cosas más. El cuarto de la trampilla tiene una especie de pasadizo que lleva al arroyo donde hallamos el bolso. La nota encontrada  tiene una huella que encajaría con la descripción del chico. Suponemos que se trata del Enrique de la nota. Nadie sabe más. Es muy extraño todo.


Capitán, otro detalle. Muy importante. Hemos encontrado un trozo de plástico dentro del pasadizo. Confirman que se trata de una bolsa para transfusiones de sangre.
Resumiendo: tenemos a un chico en la escena, un nombre, una huella y una somera descripción del mismo (poco más)”.


-  “Detective, me acaban de llamar. La mujer de las fotos no es la esposa de  Miralles. Se llamaba Ana Vázquez. Desaparecida el mes pasado. La investigación acerca de ella está en punto muerto. La información es contradictoria. Nadie la conoce”.


-  “Cada vez se complica más”.


Desarrollo de la Investigación:


Dentro de dos horas, alguien de la Unidad Forense, va a descubrir por puro azar, que el cadáver que tiene en la cámara no es el del doctor Miralles. Un cuasi-imperceptible punto de sutura en la nuca, le hará sospechar. Algo no encaja.
En tres horas, aproximadamente, llamará a Estébanez para informarle. Cirugía estética.


¿Quién es? Preguntará el detective. Y todo ello nos llevará a que el cadáver es el de un joven envejecido artificialmente varios años. Enrique. Una obra maestra. Un crimen violento invita a dar ciertas cosas por supuesto. La altura por ejemplo.


Una pregunta te lleva a la otra. Y ya tenemos un matrimonio de muertos que no lo están. Y una dama, un joven y varios niños que sí. La investigación sigue su curso y deriva a otra vía: ¿quién es Miralles realmente?


Descubren que nunca estuvo casado. Un personaje inventado sin padres, sin hijos y sin amigos. Fotos  de personas desconocidas. Pero entonces, ¿qué significa todo? ¿A qué viene toda esta farsa? En definitiva: ¿cuál es el móvil?
Seguirán buscando lejos de una casa. Una casa con un falso telescopio y siniestro  voyeur.
Allí, unos ojos brillantes observan. Su cara ya no es su cara. Restos de piel que caen. Se van moviendo las piezas del ajedrez. La luna ilumina el lobuno rostro de una persona enferma. Babea. Casi escupe. Disfruta. Están cerca, pero no lo están. “Ceeeerdos”. Susurra. Casi grita.
Un doctor que crea a otro doctor. Qué fácil es suplantar una identidad si trabajas en un hospital. Tienes acceso a datos muy personales: fallecidos, historiales, información personal...Que tu especialidad sea la cirugía estética, convierte lo fácil en artesanía. ¡Te sientes DIOS! Creas y destruyes gente a tu antojo. En pedazos o a retazos. Los moldeas y los matas.
“La cuenta está saldada, chico”.


El Epílogo:


Las cosas son sencillas. Más de lo que parecen. Todo se resume en: das y recibo.
Yo proporciono los medios para hacer desaparecer a las personas. Y mis “clientes” me proporcionan lo que yo quiero: observar la partida. Cómo los naipes van saliendo del montón.
Enrique odiaba a su madre. Y a esos niños que se reían de él. Los hermanos Antúnez, Miguel, Antonio....les mató. Todos le insultaban. Le miraban mal. Enrique era “especial”. Un niño de doce años con gigantismo lo pasa mal. Su madre le había abandonado en un orfanato, así que tenía que buscar una mujer que se pareciese a ella. Para vengarse. Ana Vázquez.

Yo conocí a Ana. Y ella a mí. Citarme con ella en el abandonado camino del arroyo no fue casualidad. Pan comido llevarla por el túnel hasta la casa.
El crimen perfecto no consiste en borrar pistas, sino en crear pistas falsas. Eso te da mucho tiempo. La transfusión de sangre de Enrique. La cirugía. Un falso hacha. Las huellas de la mano (amputada) de ella en la escalera…
Lo que más tiempo me llevó fue enseñarle a Enrique a usar el bisturí. Cortar personas. Meterlas en bolsas. Enterrar. El chico tenía vocación. Pero no podía dejarle vivo. La gente es inestable. Siempre habla. Y el tiempo no es infinito: al final las casualidades llevan a la gente hacia ti. Y yo prefiero dejarles que paulatinamente se acerquen.

Las pistas las fui colocando a cuentagotas. El punto de sutura lo exageré para que el forense lo viera. La conversación con los polis: fácil. Si volviésemos a vernos no me reconocerían, no. Sé cómo hacer que me olviden. Tengo otra cara.

Tengo fotos e historia. ¿Cuánto tiempo tarda en vengarse un muerto del asesino? Supongo  que depende de lo que tarde en enloquecer…

REMAKE de mi RELATO de 2010: JAVIER ADDALI


martes, febrero 16, 2016

Caza Humana

El reflejo de la luna en el agua me saca del letargo.
El arroyo susurra palabras que denotan peligro. Un negro y plata que late en mis ojos al ritmo de los latidos de un corazón a punto de estallar. Llevo corriendo más de una hora, y a pesar de ello están pisándome los talones. No sé cómo, pero no consigo quitármelos de encima.

De nada me vale caminar por entre las rocas para evitar dejar mis huellas. De poco me vale nadar. De menos, me vale saltar por encima de los densos matorrales. Es inútil.
Empiezo a pensar que huyo de las sombras de miles de días de sol, de cientos de noches sin luna y de docenas de días sin noches para esconderme.
La esperanza de conseguir despistarles para siempre se desvanece. Esta oscura noche de árboles secos, de arroyos que sisean y de matorrales que te delatan, no me va a ser de gran ayuda.
Una tos seca. El crujir de muchas ramas. El ladrido de un hombre.

¿Cuántos son? ¿Cómo empezó todo? ¿Por qué me hostigan como a un animal rabioso?
El efecto de las drogas que me han inyectado es un velo que oculta las respuestas. A medida que el frío de la noche me espabila, puedo ver meras siluetas con formas de respuesta. Son negras y con negras intenciones. Puedo apostar mis doloridos pies a que si logran darme caza, me llevarán con ellos detrás de ese velo y todas las respuestas se convertirán en un laberinto de interrogaciones. Nunca podría salir de allí. Me perdería para siempre.

Ahora, mientras corro, mientras mi cuerpo empapado de sudor y agua languidece...y mis piernas fallan, veo caras. Caras que no son humanas. Escrutan dentro de mi alma para intentar saber quién soy yo en realidad. Quién se esconde dentro de ochenta kilos de hueso, carne y alma. Y lo ven. Me ven.

Cristales rotos. Luces asépticas. Blancas batas y negras gafas. Jeringuillas, armarios, estantes, una habitación y una puerta de metal. Malas personas con curiosos motivos. Inquisidoras miradas de lúgubres ojos. Y luego todo se difumina para verme a mí. Yo, desnudo, arañándome los muslos con las espinas de las plantas, resbalándome una y otra vez, cayéndome de espaldas, perdiendo el equilibrio, levantándome, mirando cómo el sol se esconde y la luna acecha en las montañas.
Más cerca. Ya casi están aquí. Oigo voces en un idioma que no conozco. Me puedo imaginar lo que dicen pero no quiero saberlo. Sigo corriendo.

Hace mucho frío. Lo puedo sentir en todo mi cuerpo. Mordiscos de gelidez y dentelladas de aire helado que agarrotan cada uno de mis cansados músculos. Pero sigo. Ni puedo, ni debo desfallecer.
Cuando logre salir del valle, estaré salvado. Allí no pueden llegar.
Sé que hay una frontera invisible que nunca podrán traspasar. Y ese límite está cerca de donde ahora me encuentro. La montaña sin árboles.

El sentimiento de que la salvación está cerca, de que el frío no existe, de que un fuego me espera para templar mi húmedo cuerpo y de que, más allá de este tenebroso valle de gente sucia, hay un refugio...me hace correr más y más deprisa. Mi cuerpo ya no puede más, pero mi mente es la que corre. Me está llevando más y más lejos de allí.

No abro los ojos. No me hace falta. Sé el camino de memoria. Como si lo hubiese recorrido muchas veces antes.
Ahora oigo la estática de una radio. Me están llamando a gritos pero les ignoro. Enfoco todas mis energías en llegar a “la montaña sin árboles”. Con los párpados apretados la veo. La estoy viendo. Cada vez más cerca.  
El río del camino de piedras. Zancada a zancada, lo cruzo. La corriente es peligrosa. Si resbalase en este preciso momento, sé adónde me llevaría. A esa habitación de luces blancas y puertas de metal.
Una piedra, dos, tres...mentalmente las voy contado. Sé que son doce. Seis, siete, ocho...
Noto el roce de una mano en mi cadera. El áspero tacto de un guante de plástico frío.
...nueve, diez, once...
La mano se cierra. No es una mano. Es algo más firme. Casi es como una...y doce!!
Al pisar la orilla, un desnudo pie que me lleva a la salvación...abro, por fin los ojos y una luz cegadora no me deja ver nada. Siluetas. Huelo productos químicos. Batas blancas, gafas negras y esa puerta. Otra vez. Mi vista se va acostumbrando. Un espejo. Estoy tumbado en una camilla atado con correas de cuero duro.


Relato de una Experiencia Nuclear

Abro los ojos.  Me duelen.
¿Cuánto tiempo llevo aquí sentado? Parecen los baños de una estación de tren. Pero no hay nadie. Las hileras de urinarios están vacías en la pared de mi izquierda. Todas las puertas están cerradas. No veo pies.
La luz fluorescente parpadea irregularmente. Los cristales de los lavabos están resquebrajados y sucios. De los grifos sale un líquido parduzco y viscoso emitiendo un sonido desagradable que me recuerda a….elimino ese pensamiento de mi cabeza.
Pero la pregunta sigue ahí. Latiendo en mi cabeza y moviéndose como un papel entre mis sucios dedos. Un papel con un gran signo de interrogación. ¿Qué ha pasado? ¿Qué hago sentado en el suelo de unos baños públicos? Y lo más importante, ¿Quién soy?

Al tratar de incorporarme, un fino velo oscuro delante de mis ojos me impide ver. Me llevo las manos a los párpados y descubro que es sangre. Me empiezo a poner más y más nervioso. Noto un sabor metálico en la boca (el pánico sabe a cobre mezclado con saliva, a un cuchillo mordido por las ratas).
Mancho los polvorientos azulejos (con mi sangre), dejando unas huellas de dedos alargados. Pensando en ello, mis piernas hechas de chicle, me empiezan a llevar a la puerta de salida de ese asqueroso lugar. Polvo, suciedad, olor a orines, a colonia barata y a humo de tabaco.

Antes de girar el pomo de la puerta, advierto que hay alguien más. Un hombre tendido. Los detalles llegan con demasiada lentitud a mi maltrecho cerebro: lo primero que veo, es que ese hombre no tiene ojos. Una lengua increíblemente larga le cuelga de la comisura de su boca y tiene medio rostro descarnado. Intento evitar unas violentas arcadas. Noto una gota recorriendo mi espalda. Inconscientemente rezo para que sea sudor.

De un empujón abro la puerta. El vestíbulo de la estación de tren está sin gente. Todas las sillas, cafeterías, puestos y comercios están absolutamente vacíos. No hay nadie más. El denso silencio amplifica el sonido de mis zapatos al caminar. Sólo el ruido de unos solitarios tacones y el aullar de un fuerte viento que se cuela por los ventanales del vestíbulo. Todos los cristales están rotos. Microscópicas astillas de vidrio en el suelo, delatan que algo con una fuerza asombrosa, los ha despedazado como finas obleas.
Si estoy soñando, es un sueño irreal. Angustioso. Una mierda de pesadilla.
Grito. Sólo contesta el viento empujando los papeles y la basura hacia mí. Ese sabor a cobre otra vez. Corro. Me resbalo un par de veces. Tiro una mesa y dos sillas con mi cadera antes de entrar en una oscura cafetería. Otra vez ese olor. A cerrado, a trapos sucios mezclado con sudor, a armarios cerrados, a naftalina…huele a muerte.

En el mostrador reposan dos lánguidas cabezas de dos personas jóvenes junto a sendos vasos volcados. El cuello retorcido en una posición imposible. Los brazos caídos en señal de rendición. Y esta maldita oscuridad no es suficiente para evitar que vea que…no tienen ojos. Pienso en el hombre del baño. Al acostumbrarse la vista a la oscuridad, distingo más siluetas sentadas en las mesas de dentro. Reclinadas sobre sus mesas. Casi agachadas, protegiéndose de alguien o de algo.

Todo está más o menos en orden dentro. Es lo más desconcertante. Las únicas notas disonantes son las botellas rotas de detrás del mostrador, alguna silla caída y las posiciones corporales de la gente (muerta. Muerta y sin ojos). Junto a una de las mesas del fondo, un amasijo amorfo de hierro y lona desgarrada. Un carrito de bebé.

Lloro. De miedo, de pánico, de nervios, de pena, de confusión. Al salir de la que antes era una cafetería y ahora es un nicho de cadáveres…miro al cielo por entre los ventanales rotos. Parecía que era de día cuando salí de los baños. Pero ahora la luz es increíblemente roja. Casi granate. Y cuando me estoy preguntando qué está pasando…una segunda bomba de neutrones me barre.

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