El
griterío se tornó inmediatamente silencio. Un silencio sepulcral roto por
alguna voz que urgía a socorrer a la víctima de esa atrocidad. Pero, en varios
minutos nadie consiguió reunir el valor suficiente como para acercarse
tímidamente con un palo, un paraguas o algo que se pareciese a un arma.
Dos
jóvenes corpulentos, armados con sendos maderos, que a saber de dónde los
habrían sacado, empezaron a golpear a la muerta en la cabeza, consiguiendo que
soltase al niño. Éste, cayó al suelo como un muñeco roto y sin vida. Estaba
claro, y se podía apreciar desde varios metros, que estaba muerto. El aspecto
del cuello destrozado y el charco de sangre en el suelo, daban fe de ello. Rogelio
reprimió un jadeo al ver la escena. Philip estaba absorto, pensando en que
aquello, ya lo había vivido alguna vez en otro sitio o en otra vida…
Durante
cerca de media hora, los dos jóvenes, a los que se unieron varias personas más,
estuvieron apaleando, pateando y golpeando a la criatura muerta. Fue en vano.
Al retirarse la multitud abriendo un corro, se levantó de nuevo, con un aspecto
más deteriorado pero firme en su paso, e hizo un amago de continuar su
camino…antes de que un disparo le reventase el cráneo y cayese para siempre al
suelo.
A
través de los amplios ventanales de la cafetería, cada vez más llenos de vaho,
vieron de dónde provenía el disparo: un policía rubio y de gafas oscuras,
sostenía con las dos manos un revólver de gran calibre envuelto en humo. Se
oyeron gritos de júbilo en toda la plaza (incluso en toda la ciudad después de
que todo el mundo se cerciorase que ese “bicho” estaba muerto y bien muerto).
Y
el niño, del que casi todos se habían olvidado, abrió los ojos. Y como un
resorte, se abalanzó al agente por la espalda. Éste tuvo la suerte de que
llevaba puesta una chaqueta con mangas reforzadas de un material similar al
kevlar. Si no hubiese sido así, habría sido el tercer muerto viviente de la
plaza.
JAVIER ADDALI fragmento novela "Nocturna"
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