viernes, febrero 03, 2012

La "Habitación de Atrás"


¿Habéis oído eso?
Sí, vaya pregunta, lo tenéis que haber oído. Estáis durmiendo en la misma habitación que yo. Espesas cortinas tapan la escasa luz que consigue atravesar la persiana a través de unos minúsculos agujeros. Todo está muy oscuro.

Se perciben formas que no podemos ver. Se escuchan respiraciones agitadas de miedo. En la cama que está junto al armario alguien murmura unas palabras ininteligibles, casi etéreas, indescifrables.

Siento un temblor en la cabecera de mi cama. No sé si son los sueños que se han escapado de la almohada para convertirse en pesadillas o si las pesadillas tiemblan en mi cama.

¿Lo habéis oído otra vez? Es en el kilométrico pasillo que separa nuestra habitación del resto de la casa. Un larguísimo corredor de puertas cerradas donde se esconden cosas que provocan temblores. Detrás de cada una de ellas, en una oscuridad más negra que la sangre seca, hay criaturas deformes con miles de ojos, con patas de insectos, de gritos con forma humana, de arañas que hablan y de gemidos que imploran.

Sabemos todos los que estamos acostados en esa habitación, que en una de las camas, yace un cadáver desde hace días o noches. No lo podemos saber en esa negrura perenne que nos envuelve desde hace días, o semanas o meses…quizás años. ¿Cuánto tiempo llevamos allí?

Os lo he preguntado y no habláis. He llegado a suponer que hay más de un muerto yacente con nosotros. Escuchando pero no hablando, susurrando pero estando muerto. Porque los susurros nunca han cesado. Los de la cama de al lado del armario (que me imagino que existe, porque no se ve nada) y la cama que está detrás de la mía. La cama hacia donde se dirigen los temblores que salen de mi almohada.

De entre el crujir de la madera, de entre los susurros repetitivos y continuos, emerge de vez en cuando ese sonido que oís pero del que nadie habla. He llegado a creer que es una de las calderas del pasillo. Que dentro de ella, en el corazón de un ser de hierro que late fuego y rabia, se esconde algo más oscuro que nuestra habitación. Más negro que el cerebro del muerto tendido en una cama entre nosotros.

Es un sonido de advertencia. Nos dice que el que intente salir de esa habitación, será atrapado por esos seres envolventes de dedos sucios de tierra mojada y ojos amarillos. De colmillos más amarillos. De alma viscosa y huesos negros. Con largos brazos de uñas rojas.

Y cuando pienso en escaparme, vuelvo a escuchar la respiración del muerto. Vuelvo a oler ese hedor de canela podrida por el emparedamiento de varios seres. Canela que empieza a secarse por el miedo al pasillo. Hedor que no se atreve a escapar hacia un pasillo oscuro de largos metros, de infinitas puertas, de calderas rabiosas y de estrechas paredes.

Porque la “Habitación de Atrás” es la prisión de las almas que sienten miedo. El que entra, no consigue huir. Y el que huye retorna a una de las camas con un peso menos: el de su alma.

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