No estallamos porque todavía no somos conscientes de lo
que está pasando, se perciben síntomas, pero intuimos, más bien queremos creer,
que ya hemos tocado fondo y la cosa no va a ir a más. Sólo con conocimiento
real de la situación se puede responder a la amenaza que anda agazapada y toda
una caterva de intereses muestran el disimulo de que nada grave puede ocurrir:
la situación está controlada. Entonces, como es que casi uno de cada cuatro
personas, que van por la calle en edad de trabajar, están en paro. Esto ya no
es desconocimiento de la situación está ahí a la vista de todo el mundo, así y
todo la gente parece como paralizada por la picada del mosquito del sueño. De
cuatro millones de parados, se decía que nunca llegaríamos a cinco y los
pasamos en cohete, ahora se tiene a la vista los seis millones. Es
insoportable, es del todo necesario mirar sobre la tapia, ese muro impenetrable
de la información donde se cuecen las habas. España, de facto, está
intervenida, desde luego no al estilo de Grecia, Portugal o Irlanda que como
ficha de dominó no tienen fuerza de provocar la caída de la siguiente ficha.
España e Italia se llevan por delante el sistema euro y todo bicho financiero a
millas de distancia. ¿Qué hacer? A disimular toca.
Muchos
se pueden preguntar qué demonios puede afectar al país que estemos o no
intervenidos. Es tanto como estar en suspensión de pagos o concurso de
acreedores como lo llaman ahora, la empresa España no puede atender sus
compromisos de pagos ya que sus ingresos son inferiores a sus gastos, se podrá
decir de otra manera pero la realidad es así. No hay dinero, no hay liquidez
para pagar a los que se presentan a cobrar. Lo explico en un símil; en lugar
que los administradores de la empresa España presenten los libros de cuentas en
el Juzgado con el fin de que se nombre a un interventor judicial que toma las
riendas de la actividad mercantil, a la nación española se le presenta el
comisario de presupuesto (ver post anterior) para asegurarse que la recaudación
fiscal de la nación sirve, sin excusa que valga, para pagar la deuda contraída.
Atentos al matiz, esto ya no es una suspensión de pagos sino un descarado
privilegio de cobro. En una suspensión de pagos judicial se pretende
salvaguardar los intereses comunes, que la propia empresa continúe con la
actividad y que lo más rápido posible transforme sus activos inmovilizados en
líquido con el fin de pagar a sus acreedores. Si la empresa no dispone de la
suficiente liquidez y sus activos no son susceptibles de transformarse en
dinero suficiente como para pagar sus deudas, entonces la sociedad mercantil está
en quiebra, algo así, más o menos es lo que le pasa a Grecia. Así todo, estando
en quiebra no puede venir un acreedor, por muy acreedor que sea y cargar un
camión con los bienes de la sociedad quebrada y largarse. El derecho, a nivel
internacional, asigna una prelación de derechos de cobro e incluso los
acreedores que disponen del reconocimiento de la deuda por escritura pública
deben de contener su ímpetu a favor del derecho de los trabajadores.
Al sindicato del crimen poco le importa el Estado de derecho, que el país
continúe generando actividad o que el derecho de las gentes del país prevalezca
en un mínimo indispensable con tal de cargar el camión y llevarse hasta los
muebles si hace falta. Esto tan sólo demuestra el miedo atroz a que las fichas
del dominó caigan una tras otra una vez se han dado de bruces con la realidad
de una política catastrófica de manga ancha al poder económico que por su
avaricia ha llevado con todo al traste. Los lobbys les comieron la cabeza para
que las sociedades que representan no pagaran impuestos y que todo fuera
sostenido por la chusma, pero resulta que esas ingeniosas mentes privilegiadas
no acertaron que un día se iba a desmoronar la montaña de hipotecas engañifa
que sustentan unos mentirosos bonos o cédulas hipotecarias del que solo tienen
el nombre, los pisos embargados a los que nadie acude a las subastas, solares
que no valen nada ya que nadie piensa en construir nada, créditos imposibles de
pagar y un suma y sigue para llenar páginas y más páginas.
El cabreo va por barrios, mientras unos lo veíamos venir otros, la gran
mayoría, los tenían distraídos con la propaganda mediática de que todo va bien
y todavía podrá ir mejor. Mientras la irresponsabilidad de los políticos, y su
comilona hasta atiborrarse en el restaurante de la glotonería, nos han llevado
a esta grave crisis que afectará, en un antes y después, a un batacazo que
pasará a los anales de la historia. Lo peor no es que nos traten como imbéciles
y nos engañen como tontos del culo, lo peor, e igual tienen razón, es que
todavía una buena parte de la población confía en que los mismos que nos han
llevado al pozo, y nos dejan tirados, van a ser los mismos que se sacrifiquen
por sacarnos de él. Qué tal te parece que si esta noche al llegar a casa te
percatas que te han desvalijado y se han llevado hasta los muebles de la
cocina. Molesto, te sientas en el suelo y meditas que la mejor solución es que
los mangantes te devuelvan lo tuyo y se entreguen a la policía ¿Es razonable? O
te puedes morir esperando. No hace falta moraleja alguna pero si no te
espabilas ahí te quedas. El próximo post, de una serie de tres, lo dedicare a
la contribución de las grandes empresas del IBEX-35, incluido los bancos, a las
arcas de Hacienda. Publicado ya me dirás si te pone contento o no, pero te
anticipo cabreo asegurado. Aquí, y ahora, para rematar te dejo con el feo
asunto de los paraísos fiscales.
No
hemos llegado al gran batacazo del capitalismo por casualidad, algo ha fallado
y estrepitosamente. Centenares de preguntas quedan por resolver, empecemos por
la primera: ¿Para qué necesitaba el sistema capitalista los paraísos fiscales?
Quizás, una de las respuestas la podemos encontrar en los banqueros
luxemburgueses que a través de la Asociación de Bancos descaradamente se
pronunciaron: “El atractivo de la plaza luxemburguesa seguirá siendo importante
mientras los medios que dispone la justicia sean tan débiles”. La justicia es
competencia de los Estados, y no hubo gobierno en el mundo mundial que le
echara mano. Pero hay más ¿Quién permitió que todo este desbarajuste
continuara?: la opacidad era la palabra clave. Las Islas Caimán pertenecen a la
Corona Británica. Su gobernador, así como su ministro de Justicia, es nombrado
desde Londres, El Reino Unido tenía por tanto la facultad de poner fin al
laissez-faire en su colonia, pero no hicieron nada al respecto. Así mismo,
desde el punto de vista financiero, el archipiélago es una dependencia
norteamericana; la mayoría de los bancos offshore de las Islas Caimán están
dirigidos, de hecho, desde Wall Street. Washington podía también poner fin a
los trapicheos offshore. Pero nadie movió un dedo.
Lejos
quedó la cuantía total de los activos acumulados en los paraísos fiscales que
ascendían al PIB de los Estados Unidos, eso era sobre el papel, la realidad
¿Quién lo sabía?. El capital depositado en las islas anglo-normandas se
aproximó al PIB de Gran Bretaña. ¿Qué cuentas puede hacer el Banco Central
Europeo sobre el dinero en posesión de los bancos y así establecer su ecuación
monetarista?. Es evidente que se les fue de las manos. ¿Es necesario seguir?.
Desde finales del siglo XVIII, las democracias modernas se constituyeron
justamente sobre los principios de la soberanía, es decir, lo opuesto a la
desregulación financiera. El sistema bancario se puso al servicio de las
multinacionales tramposas sin el menor escrúpulo: los mismos circuitos, las
mismas plazas financieras offshore, los mismos bancos. La cultura de la
malversación adquirió título de nobleza. El crony capitalismo quedó instalado y
se desarrolló a la estela de la Globalización escupiendo gérmenes letales para
la democracia. La banalización de la corrupción fue de hecho el reverso de una
sociedad mercantilista en donde el dinero tendió a convertirse en el único
criterio de valor y el único horizonte del individuo.
En
2008, cuando la banca mundial echo mano a las arcas públicas el presidente Nicolás
Sarkozy puso el grito en el cielo: “Es necesario refundar el capitalismo”. La
noticia dio la vuelta al mundo. Los mandatarios y gobiernos de occidente, sin
mostrar signos de aprobación explícita sintonizaron de la misma actuación
teatral. De inmediato, aconsejados por sus asesores, en urgentes apariciones
públicas juraron en arameo que había que tomar medidas. Se esforzaban en
manifestar que habían actuado en estricta legalidad de sus funciones, prueba de
ello consistía en la uniformidad de las decisiones tomadas en todas las cancillerías
europeas y por el Gobierno de los Estados Unidos. Días después ni una sola
palabra sobre la existencia de los paraísos fiscales que estaban diseñados para
la ocultación de capitales que sin control ni tasa alguna habían acumulado el
suficiente dinero para estrangular la economía.
Todo tiene un principio, empezó en 1932 cuando un
diputado en la tribuna de la Asamblea Nacional francesa facilitó una lista con
dos mil defraudadores que habían eludido al fisco colocando su dinero en el
Banco Comercial de Basilea, en Suiza. Entre los procedes había tres senadores,
una docena de generales, magistrados, dos obispos, directores de periódicos y
grandes patronos de la industria. Fue un escándalo, para que el suceso no
volviera a repetirse nunca más, el Gobierno Suizo resolvió el asunto con una
ley de secreto bancario bajo la protección del Derecho Penal. A los bancos
suizos se les legitimaba la opacidad de las cuentas de sus clientes. Fue la
manera más eficaz de proteger el dinero del fraude y de facilitar a los bancos
el arma letal de la actuación impune. Los bancos culminaron un proceso de
ocultación de capitales que en un principio fue ofrecido a los clientes basado
en el cerrojo que ofrecía el secreto bancario declarado bajo protección penal.
Era evidente, que el servicio ofrecido a los clientes era reversible hacia el
propio banco bajo el concepto de que la caridad bien entendida empieza por uno
mismo. ¿Alguien lo puede dudar?
Durante años los señores del dinero fueron tejiendo una red de circulación de
capitales que debilitó la soberanía de los países. El asunto les llevo su
tiempo pero ayudados por el milagro de la tecnología alcanzaron el zenit. Los
que en un principio, en los años de la posguerra, fueron paraísos fiscales, en
poco tiempo, con la llegada de los ordenadores, los satélites y el desarrollo
de los mercados financieros, se transformaron en paraísos bancarios. La
liberación de los mercados transformó los paraísos fiscales en paso obligado de
los capitales, cualquiera que sea su origen. Pero centrémonos en el punto de
vista del ciudadano sujeto a la renta del trabajo: No tiene escapatoria, está
atrapado en una fiscalidad que lo tiene pillado, asido a una declaración que se
mira con lupa. Bajo este prisma, el ciudadano de la calle, puede pensar que las
rentas del capital están sujetas a un control todavía más agobiante por la
cuantía del volumen que mueven. Santa inocencia, no es así. Pero, y este si es
uno de los peros malditos de este blog, a los bancos, las multinacionales, las
grandes empresas y a los grandes potentados se les pone la alfombra roja para
que alegremente y sin molestias puedan evacuar sus obligaciones fiscales fuera
del territorio nacional mientras el país se endeuda y se recortan prestaciones
sociales.
Atención, aquí está el intríngulis. Veamos lo que da de si el escaqueo fiscal,
les anticipo que es una burla, una chirigota, una parodia en definitiva una
estafa consentida por la clase política. La empresa A tiene un mercado en un
determinado país con una fiscalidad al uso, tiene que pagar un determinado
porcentaje de sus beneficios al Erario público. ¿Cómo puede eludir esta
contribución? Pues muy fácil, vende su producción a la empresa B, que es una
filial suya, evidentemente bajo mano, instalada en uno de los cientos de
paraísos fiscales repartidos por todo el mundo. La venta de la producción se
realiza al coste o con pérdidas, por lo tanto la empresa A no tiene beneficios
y no está obligada a pagar a Hacienda. Así de sencillo. La empresa B, la que
está en el paraíso, se lleva el beneficio al vender la producción a la empresa
C, también una filial de la matriz y todos contentos. Mientras tanto, lo único
que se ha movido son papeles y apuntes contables y bancarios, la producción ha
permanecido donde se fabricó. Todo es una pantomima, pero esta representación
teatral proporciona a la empresa A eludir su contribución al Erario público y
algo más supremo; sacar de circulación sus beneficios y colocarlos en un
paraíso fuera del alcance de ninguna legislación. Indiscutiblemente, se podría
explicar de una forma más rigurosa y detallada pero en esencia es así. Para eso
sirven los paraísos fiscales.
Años atrás, a esta práctica evasiva, respecto a la fiscalidad, de bancos y
multinacionales se fue añadiendo toda una caterva de empresas y próceres que
decantó la balanza a un solo lado. No le quedó otro remedio, a la clase
política, que impulsar la fiscalidad hacia los impuestos indirectos, aquellos
que pagan lo mismo los ricos como los pobres. El consumismo lo aguantaba todo
hasta que llegó un día que el paro apareció como un sarampión. La recaudación,
por parte del Estado, de los impuestos del trabajo cayó en picado y encima,
durante un tiempo, se tenían que aportar fondos para cubrir el desempleo. Al
incrementarse el paro descendió el consumo, a menor consumo menos puestos de
trabajo. La espiral descendiente solo tenía una doctrina: reducir el gasto
público en los presupuestos nacionales. A pesar de los inconvenientes que
supuso para los políticos las protestas y manifestaciones los paraísos fiscales
continuaron como si la madre de todas las crisis no fuera con ellos. Todo se
soportó para no contrariar a los señores del dinero.
Para acabar volvamos a la primera pregunta: ¿Para qué necesitaba el sistema
capitalista los paraísos fiscales? La respuesta no ofrece lugar a duda: Para
dejar a la ciudadanía indefensa frente al poder económico. No hay más debate,
no hay interpretación si fue primero el huevo o la gallina, sencilla y
llanamente se trata de robar la soberanía de los pueblos a favor de unos pocos
en plena connivencia con los políticos quienes juran en arameo que su supremo,
y único, interés está en la defensa de la nación y sus moradores. Una mentira
que se desmontó por si sola al desmoronarse el tinglado que la sostenía. Los
cientos de paraísos llegaron a la especialización, Las Bahamas, islas Caimán y
las Islas Vírgenes Británicas tenían la peculiaridad que distingue a estos
paraísos fiscales de otros muchos.
Su oferta es el jamón de pata negra de los
paraísos fiscales. Su legislación no requiere la auditoría de cuentas a las
sociedades allí domiciliadas, no es necesaria formalidad legal alguna respecto
a las cuentas anuales, ni su depósito, ni siquiera la comunicación de los
beneficios obtenidos; tampoco exigen las autoridades de aquellos países la
identificación de administradores y accionistas. En definitiva, la tapadera
perfecta donde esconder el botín arrebatado por las buenas o por las malas a la
Hacienda Pública dejando a los ciudadanos con la carga del Estado a sus
espaldas. Sorprende la paciencia infinita que demuestra la ciudadanía ante el
fenómeno de los paraísos fiscales que parasitariamente succionan, sin tregua,
la sabia del Estado del bienestar. Los recortes presupuestarios llegan hasta el
cierre de quirófanos con largas listas de espera y entre tanto tenemos que
escuchar que se necesitan urgentemente leyes que nos pongan en nuestro sitio
por despilfarradores y de vivir por encima de nuestras posibilidades. Tienes
que mover el culo, más tarde será tarde y a estos tarados capitalistas no les
importa acabar con el capitalismo y la cohesión social. Puedes estar seguro que
los señores del dinero no tienen límite ni tasa.
FUENTE: Josep Manuel Novoa Novoa