sábado, diciembre 10, 2011

"Bloody Marie on the Road"



Bloody Marie on the Road

Es de noche. La oscuridad de una luna escondida detrás de miles de partículas oscuras. Oscuras y malas. Le llaman Eclipse y no lo es. Es algo más que eso. Mucho más…
Lejos, muy lejos, alguien llamado “el Caballero” lo sabe. Lo ha visto antes. Sabe que es el momento que precede a la destrucción de un planeta por la criatura llamada Noctuna.
De entre los árboles emerge una figura tambaleante. Es Marie…bueno, mejor dicho “era” Marie. Ahora es algo distinto. Una marioneta guiada hacia un molino.
El molino no tiene ningún significado para su cerebro muerto, pero el impulso animal que guía sus vacilantes pasos es demasiado fuerte.

Cerca de esa arboleda está la carretera principal a Hometown, una población de unos ciento cincuenta mil habitantes que el azar comercial había convertido en la capital del condado de Stern.
Hometown fue fundada en 1845 por un reverendo que murió más tarde ahorcado acusado de ejercer las artes oscuras. El reverendo Tyler Moss pasó en poco tiempo de ser una figura honorable (incluso acudía a las comidas y eventos presidenciales del país) a ser un loco peligroso. Unos decían que era víctima de un exorcismo “fallido” y el mismísimo diablo había tomado su alma. Otros decían que era el mismísimo Satanás que había vuelto a la Tierra disfrazado de figura religiosa para conquistar el mundo.
Lo que estaba claro era que Tyler Moss estaba loco. Así se pudo comprobar cuando cerca de quinientos niños y niñas fueron desenterrados de sus vastas propiedades.

Con el paso de los años y de los siglos, y gracias  a la ubicación de la ciudad (provista de un rio navegable y de un puerto), llegó a erigirse como el baluarte de las ciudades de negocios de la zona. Los años dorados, previos a la Crisis de 1929, fueron el paradigma de un lujo sin medida. Mansiones gigantescas contorneaban una ciudad llena de casinos, salas de fiesta, prostíbulos, cines, coches de lujo e incluso una pequeña fábrica de coches ahora ya abandonada.

Pero la figura de Tyler Moss, siempre estuvo presente en Hometown. Una Fundación creada a principios del siglo XX (La “Fundación del Molino de Moss”, una siniestra asociación) se encargó de administrar todas las inmensas riquezas del reverendo. Realizaron donaciones, compraron inmuebles, personas y favores, entretejiendo una compleja red de contactos en todo el país. Se rumoreaba que varios senadores le debían mucho a esta Fundación.
Tyler Moss había ganado. Hometown siempre tendría la figura del “Asesino de niños” o el “Herodes de Stern” (como era conocido en la zona) como estandarte y seña de identidad histórica, social y, por supuesto, económica.
Después de la Crisis, todo cambió. La riqueza se mantuvo a pesar del cierre de fábricas y de los despidos masivos de personal en el puerto (del que se alimentaba económicamente). Se mantuvo en una especie de ostentación decadente en la que convivía el lujo con el hambre, el brillo de los lujosos coches con los decrépitos teatros, las celebraciones opíparas con la mendicidad absoluta…y esa desigualdad llevó a una de las más crueles y sangrientas revueltas que se conocen. Pero esa es una historia que más tarde volveremos a ella.

Marie sigue caminado bamboleante como un borracho en la cubierta de un barco. Arrastrando los pies, se le han enredado un montón de ramas al pantalón, roto y sucio, casi desgarrado.
El montículo que lleva a la carretera está ya muy cerca. Las vallas protectoras de alambre son muy altas, pero sus pies le guían justo al lugar donde unos gamberros, años atrás, consiguieron abrir una brecha con unos alicates. El suficiente espacio para que un adulto (o un muerto que camina) pueda acceder a la carretera.

Es un fin de semana y, a pesar de ello, la carretera no está muy transitada. Las luces de algún ocasional vehículo, iluminan los setos y los árboles adyacentes. Una de esas luces ilumina fugazmente el rostro de un ser blanquecino y aparentemente torpe, que se está acercando a la calzada.
Dos kilómetros más atrás, a pocos segundos de llegar al punto donde estaba ella (o ello, ahora), una pareja: un abogado llamado Paul y su mujer Marie, están hablando de notas misteriosas.
En un minuto y cincuenta segundos, la Marie muerta, matará a la Marie “viva”, al cruzar la carretera. Un volantazo llevará al coche a la cuneta, donde Marie agonizará para ser lo que es ahora: un zombie teledirigido a un molino.

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