Una de las cosas que suele
tener el ser humano, tenga o no tenga estudios, mayor o menor cultura, o
incluso una mayor o menor inteligencia, son las dos palabras mágicas: el
SENTIDO COMÚN.
Unos nacemos, o creemos
haber nacido con ellas. Otros, a través de la vida, hemos aprendido a confiar
en ellas. Y, luego está la ferviente y fervorosa mayoría de las personas: las
que cambian el Sentido Común, el criterio propio y su inteligencia como ser
humano, por el “lo que digan los demás, lo que diga la mayoría”…
¿Por qué empiezo hablando
de las “dos palabras”? Pues porque creo que son la base que hemos perdido. Sin
un criterio propio de lo que es razonable o es una soberana estupidez, no se
puede ir más lejos de lo que ya se ha andado. Cuando se echa a perder algo tan
básico como ésto, cualquier cosa que queramos hacer con la ayuda o en compañía
de estas personas, es vano.
Si enfocamos el
comportamiento del ser humano en la sociedad actual, podemos ver cómo nos han “educado”
a irlo perdiendo. Desde que somos unos niños (en los que prima la memoria, no
el razonamiento), hasta la edad adulta (en el que el adoctrinamiento pasa por
delegar nuestras decisiones en pequeños grupos de personas). En definitiva, nos
enseñan a no pensar. Paradójico, ¿no?
Cualquier clase de
manifestación de la iniciativa como persona, como ser pensante, como humano
dotado de una inteligencia innata, como ser racional…es rápidamente atacada y
ridiculizada por la masa y dirigida por los pequeños grupos autoproclamados
tutores de la razón y decisores de tu vida (políticos, lobbies, grupos
económicos, etc…).
Estamos en un mundo
interesado en que seamos homogéneos, predecibles, miembros de una masa inmóvil,
indolente e impasible. Es más fácil “pastorearnos” cuando se puede predecir
nuestros movimientos, nuestro comportamiento e incluso nuestro pensamiento.
La única arma que tenemos
es nuestro pensamiento. El criterio propio, le he llamado. Una persona que
piensa por sí misma, que cuestiona, que se pregunta el porqué de las cosas, es
incómoda. No es útil a las personas que quieren dirigirnos.
Pero es un arma a veces de
doble filo. El pensar, duele…y duele mucho. Ser conscientes de lo que se quiere
hacer con nosotros es muy duro. Y no hace falta ser ni inteligente, ni
demasiado avispado para saber que formamos parte de un plan capitaneado por
grupos económicos, dirigido por unos grupos políticos y encubierto por unos
medios de comunicación propiedad de los primeros.
¿Pero son los principales
culpables del engaño masivo los primeros? La respuesta es no. Los principales culpables
somos los que no queremos verlo, los que escondemos la cabeza por el miedo y
los que nos es más cómodo dejarnos llevar por la corriente de la masa. Como he
dicho: pensar duele. Tener criterio es duro y expresarlo, más.
Mi opinión es que la
Historia lo demuestra a través de los ciclos, movimientos que se producen en el
tiempo y que son tremendamente imparables…algo está a punto de cambiar en el
sistema actual: económico, social y moral. Estamos ante el final de algo
marchito, caduco y podrido. Algo que ya está estropeado y sin arreglo.
Es el momento de empezar a
pensar de una vez, de expresarnos, de reírnos de los que se ríen de nuestras
ideas, de aportar algo a la sociedad, de dejar de ser niños…pero sobre todo, de
abandonar el rebaño. Somos PERSONAS: con opiniones equivocadas y acertadas, con
muchas ideas o con pocas…pero somos individuos condenados a pensar por nosotros
mismos.
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