Otra vez. Ese sonido de unos dedos
desconocidos frotando la pintura, el empapelado y el ladrillo.
Llevaba
tiempo sin oírlo, pero esta noche en mi habitación, se puede percibir más que
nunca el sonido de las yemas de unos dedos fríos y ásperos deslizándose por la
pared.
La manta me
cubre media cara como si pudiera protegerme de lo desconocido. Sólo asoman un
par de ojos de mirada aterrorizada por entre un parapeto de sábanas, mantas y
almohadas. Mis pies recogidos notan el roce de las sábanas cubiertas de un
sudor áspero y rancio. Del sudor de una presa a punto de ser devorada.
Estoy solo.
Unas repentinas ráfagas de aire frío acarician con una extraña maldad mi
frente, recordándome que estamos en invierno, y que las largas noches sólo prometen
temor. Solo. El pánico empieza a crecer dentro de mí. Un gusano dentro de un
capullo de seda que está a punto de convertirse en una mariposa caníbal.
La luz de
una farola ilumina parte de la pared que tengo enfrente. La pared de donde nace
el ruido de los dedos amenazantes. Dedos que parecen querer traspasarla y asir
mi cuello con fuerza para no dejarme gritar. La luz me deja ver también esa
silla vieja que tantos años me ha hecho compañía. Encima de ella hay ropa
limpia, debajo susurros sucios provenientes del otro lado de un tabique
demasiado fino. Un tabique parecido a la frontera entre la tranquilidad y el
pánico más animal.
ShuShumShum…sigo
oyéndolo.
Cada vez
más fuerte. Están intentando abrirse paso entre las profundas grietas de unos
ladrillos rojos muy desgastados. Me estremezco.
El
interruptor de la lámpara está demasiado lejos, cerca de esa pared. Pensar en
acercarme me da mucho miedo. Temo que no se encienda la luz y que unos largos
dedos cartilaginosos y blancos me roben los ojos, me arranquen la nariz con
unas uñas como alicates…que sólo me toquen y me desmaye para siempre.
ShuShumShum…creo
que se acercan. Siento los latidos de mi corazón ¿o es que hay algo debajo de
mi cama?
En la calle
sopla mucho viento. Lo suficiente para hacer mover las ramas de los árboles,
para que el ulular despierte al ser irracional que habita en mí, para que los
latidos aumenten el ritmo…las sombras que esa luz proyecta en esa pared son increíblemente
parecidas a los dedos que me estoy imaginando.
- - No te tengo miedo, no te tengo miedo,
no-te-tengo-miedo – pienso o hablo en voz alta. O ambas cosas a la vez. No
puedo concentrarme.
Ahora son arañazos.
Oigo cómo se desgarra el papel, cómo unas uñas quitinosas y amarillas raspan y
raspan y raspan…
Intento
levantarme, pero mis pies se enredan con las mantas. Ahora no puedo moverme. La
ropa de cama me ha atrapado.
Ahora sí que
estoy perdido…comienzo a ver una mano entra las sombras y la luz bailarina de
las farolas…
Si consigues
leer esto sin que antes te lo haya contado de viva voz…significa que el ser de
las uñas que desgarran, de los dedos que aprietan y de los brazos que atenazan,
ha conseguido entrar en mi cama. Ha conseguido raspar mi piel para que sus
largas uñas toquen la parte del alma donde el miedo se convierte en hielo puro.
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