jueves, enero 19, 2012

SEGUNDAS PARTES nunca fueron buenas (microrrelato)

¿Alguna vez habéis tenido la sensación de tener el poder absoluto sobre alguien? ¿De poder disponer de la vida, de la muerte, de los sueños y del alma de una persona?

Si no la habéis tenido os puedo decir que es un sensación muy parecida a conducir un coche por una carretera llena de curvas y baches. Si das muchos volantazos, corres el riesgo de que el copiloto se golpee contra el parabrisas. Si aceleras demasiado, llegas a tu destino sin haber disfrutado del paisaje. Como todo en la vida es cuestión de equilibrio.


Ahora vuelve a mí esa sensación.
Es una sensación que te hace sentir viva. Al principio es una rutina y como tal, es un acto metódico, planeado y, por lo tanto aburrido. Tienes que contenerte para no pisar el acelerador ni dar volantazos. Es decir, debes de mantener la calma: las herramientas limpias, el corazón calmado y respirando muy hondo.


Me siento libre. Feliz. Como he dicho, me siento viva.
Pensaréis que soy una persona egoísta. No, no lo soy. Si le miras a los ojos al hombre que está atado a la camilla, verás que él también se siente así. A pesar de la droga que le he inyectado, en el fondo de su asquerosa alma, lo sabe, al igual que una hormiga sabe que va a morir aplastada cuando ve la sombra de una bota.


Camino hacia el fregadero que está al lado de la ventana. La he insonorizado, ¿sabéis? No me gusta que me espíen. Eso ya lo hago yo con los insectos…digo, con la gente. Perdonadme, estoy un poco tensa. No sé cuánto tiempo podré aguantar.
La noche pasada perdí un poco los papeles con el camarero que vino a la habitación.


Pero no adelantemos acontecimientos. Antes conocí a ese hombre. No me acuerdo de su nombre, ni quiero acordarme. No me importan los nombres, sólo me importan los hombres y lo que me pueden proporcionar. Lo pasas bien un buen rato. Echas un polvo rápido o lento. Bailas mientras actúas, comes sin hambre y sonríes con la boca mientras disimulas tu mirada.
Pero no me quiero andar por las ramas.


El resumen es que un hombre sale solo de un taxi, por la forma de andar y por la forma de rascarse la mano, sé que está casado…y cuando me mira mientras camino por la acera, sé que me desea.  Un hombre casado, solo y que busca una aventura. Una mujer sola, soltera, bonita y con ganas de divertirse. Una combinación perfecta de dinamita masculina y nitroglicerina femenina. Y hay dos formas de terminar cuando mezclas los ingredientes adecuados: un romance a largo plazo o un asesinato a corto.


En mi caso siempre termina igual: un hombre atado, música electrónica tronando, bañándome en dos litros de vodka y bañándole en tres litros de sangre. Una orgía de alcohol, sangre, gritos, súplicas y risas.  Pero eso es al final.


Mirad. Sentáos en esa silla y observad. No sé quiénes sois, así que más os vale estaos quietecitos y callad.


¿Veis el cuchillo? Pues se empieza a hacer una incisión entre los pectorales, encima del esternón. Os ruego que ignoréis los gritos, siempre suplican con las mismas historias de siempre: que si mujer, que si hijos, que si joven…que si, que si-que-si….


De arriba hacia abajo. Y una cosa muy importante, ¿os habéis fijado en lo que estáis pisando? ¿Lo veis, no? No es una alfombra del IKEA ni de diseño. Es un material plástico muy absorbente. No conviene dejar sangre seca en el suelo, ni manchas. Odio las manchas de sangre. Son muy difíciles de limpiar. Nadie viene de visita a este lugar, pero no existe nada inexpugnable. Nunca se sabe.


Intento centrarme…..pero….la música, el medio litro de vodka que he ingerido y esta luz. Sobre todo esta luz. Hay algo en ella que me trastorna. Pasó lo mismo en el hotel cuando este desdichado encendió la lámpara halógena del pasillo del baño. Perdí la cabeza y el camarero perdió la suya. Joder, que si la perdió. O lo que quedaba de ella.


Salid de aquí u os vais a arrepentir. Ya noto el temblor en las manos y os juro por Dios que no es nada bueno. Para vosotros, quiero decir.
Suena la música…y comienza el baile.


Cerrad la puerta cuando salgáis. No os preocupéis por lo que está en el suelo. Ya recojo yo luego. Adios


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