En
el caso de la tributación, la realidad es la siguiente; por un lado
tenemos el caso de personas que ocultan sus rentas y por otro
lado tenemos el típico caso de errores. Facturas (tanto de
ingresos como de gastos), que no se incluyen porque han quedado
traspapeladas; el ingreso de los intereses de una cuenta corriente
que se nos ha quedado en el cajón, determinada deducción que no
hemos incluido en la declaración…. En general se estima que los
errores no existen, pero lamentablemente existen y debemos tenerlos
en cuenta.
A
estas alturas del post estoy seguro que alguno estará pensando: ¿Qué
demonios está costando el autor?”. Los errores existen y pueden
suponer pérdidas de recaudación para la agencia tributaria;
pero todo el mundo entiende que los errores no son fraude y
que por supuesto significan la parte menos significativa de lo que se
deja de recaudar. Pero a pesar de esto, espero que se entienda que en
realidad este post tiene demasiado sentido; y lo tiene porque
realmente la inmensa mayoría de la actividad de control tributaria
está diseñada para detectar errores en lugar de fraude.
Hacienda
bebe fundamentalmente de información cruzada de los distintos
contribuyentes en un esquema de autodeclaraciones, en un entorno
muy protocolizado. Este sistema es perfecto para tratar de
detectar errores, pero completamente inútil, (e incluso
contraproducente), si el objetivo es detectar el fraude fiscal. Por
ejemplo; las empresas declaran todas las operaciones con otras
empresas (por encima de las operaciones anuales superiores a 3.000
euros). Si una de las empresas se olvida de introducir en las
declaraciones alguna de las facturas, inmediatamente será detectado
por Hacienda. Pero por supuesto este control no servirá
absolutamente de nada para evitar fraudes que incluirán diseños
para evitar que estas operaciones aparezcan en la información que se
facilita o acuerdos entre los proveedores, y que en última
instancia, ni tan siquiera incluirán las facturas.
Y
es que es totalmente evidente que cuando cualquier persona trata de
esconder los ingresos, lo que hará será diseñar procedimientos
para que no dejen un rastro en sus declaraciones o en las de
terceros. Todo este sistema de inspección, provoca que al final la
forma más fácil de evadir tributos sea no darse de alta
absolutamente en nada. Es así de simple, pero el que no se de de
alta en ningún sitio no tendrá problemas con nadie, mientras que
las empresas o personas que opten por darse de alta serán las que
acabarán teniendo problemas cuando cometen errores en las
declaraciones.
Esta
táctica al final provoca un efecto curioso en la sociedad. Por un
lado tenemos la sensación de que Hacienda machaca al que declara y
se equivoca, ya que unas veces estas actuaciones descubiertas se
denominan “deuda detectada”, pero en la mayoría son lo que se
llama “fraude”. Pero por otro lado tenemos la sensación de que
el que realmente defrauda no está perseguido. Este es en realidad el
fondo de la sensación de todo aquel que se enfrenta con Hacienda,
(con las de perder). Es aquella sensación que se recoge en la frase:
“todo el mundo roba y yo meto la pata y me cae la mundial”.
Luego
se trata de emitir continuamente mensajes en los que se nos cuenta
que existe control, cuando en realidad ni en lo que respecta al
sistema tributario, (y es algo extensivo a la casi totalidad de
ámbitos en los que se controla). Al ser los errores en global
suficientemente significativos para tratar de conseguir importes no
declarados, tenemos material suficiente como para exponer deuda
declarada, actuaciones y todo tipo de memoria.
Sin
embargo en el fondo el problema es que es muy difícil, por no decir
casi imposible, acabar o luchar contra el fraude fiscal, mediante un
sistema basado en automatismos de datos ofrecidos por los propios
contribuyentes en el marco de unos protocolos que en su inmensa
mayoría son ampliamente conocidos, (y sobre todo por aquellos que
defraudan que por lógica pura y dura son los que más se preocupan
de estudiar los agujeros que por otra parte el gobierno no se ocupa
de tapar).
Pues
sólo me quedan entonces por descarte tratar de hacer propuestas
para luchar contra el fraude fiscal, que campa a sus anchas
porque simplemente es lo que no se hace.
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