jueves, enero 12, 2012

“Se enciende una Luz”


Las tinieblas se iban apoderando de esa parte del bosque a medida que la Luna iba siendo devorada por millones de partículas oscuras. De seres vivos mecánicos y más negros que la propia muerte.

Mist, era el nombre ancestral que se daba a las criaturas devoradoras de mundos. Antes del nacimiento de la mayoría de los planetas, de las estrellas más antiguas, o de gran parte del Universo, Nocturna las creó. Se alimentaban de la energía negativa, de la rabia, del odio…pero sobre todo del miedo.

Un molino en medio de un pequeño claro desafiaba a la propia naturaleza. Era una construcción que no había sido hecha por el hombre. Siempre había estado allí, protegida por un bosque infranqueable de árboles milenarios y de un arroyo del que nunca nadie había bebido.
Una enorme fuerza le protegía de los intrusos. No se trataba de ninguna especie de barrera invisible. Nada de eso.
Era algo parecido al azar. Más poderoso que el propio azar. Algo que hacía que el que se dirigiese hacia él, se diese la vuelta o buscase un camino alternativo. Los alrededores permanecían como terreno virgen. No había absolutamente nadie que se hubiese acercado a menos de un kilómetro de ese lugar.
De vez en cuando algún pequeño animal, por error, entraba dentro de las lindes del molino y moría al instante. El o “lo” que había levantado ese pequeño molino, no lo había creado para que la vida habitase cerca de él.

Si pudiéramos verlo, veríamos algo parecido a un molino. No lo era exactamente. En él se molían cosas, sí. Pero no era trigo. Era el propio mal de la Tierra. Consistiría en una especie de depuradora de lo negativo de los seres vivos: desde la crueldad animal hasta la mezquindad humana.
Funcionaba atrayendo las corrientes negativas, moliéndolas, triturándolas y pulverizándolas para conseguir que el equilibrio natural se mantuviese.
Cualquier error en él llevaría a un desequilibrio en el que el propio planeta sería devorado por sí mismo. Mejor dicho, por parte de él: la maldad.

Desde un lugar cercano a la atmósfera terrestre, Nocturna lo miraba. Había esperado el momento en el que algo hiciese fallar el normal funcionamiento de sus brillantes aspas o de la rueda que las hacía girar eternamente. Y el momento había llegado. Una mil millonésima de segundo había bastado. Una eternidad comparada con la Eternidad.

En ese “resquicio”, en ese error casi imperceptible, iba a lanzar su ataque. El ataque que había repetido incalculables veces en todos los planetas que había devastado.
Pero dentro del infinito poder que poseía Nocturna, de su inmortalidad, de su don de verlo todo, de estar en todos los sitios…las fuerzas siempre intentaban equilibrarse. Nocturna era un ser. Pero el Equilibrio siempre estaba por encima de los seres y de las cosas creadas.

Ese Equilibrio, fue el que hizo que se produjese la Llamada. La comunicación entre dos molinos de dos planetas gemelos. El planeta simétrico de la Tierra: Swum. El lugar donde comenzó la historia de Zorg “el Caballero”.

En mitad de la oscuridad de la noche. Del Eclipse de las criaturas Mist…una luz de una de las ventanas del molino se encendió. Un haz de luz iluminó parte del pequeño sendero de tierra quemada que daba a la entrada.
La oportunidad de enmendar un posible desequilibrio entre el Bien y el Mal estaba servida. Una minúscula e improbable oportunidad. Cercana a ser imposible…pero nunca hay nada imposible cuando se habla de la vida.

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